23 jun 2015 / 15:12 H.
Qué hartazón, mi Cristo del Mayor Dolor. Apiádate de ellos. No saben lo que hacen. Con la política me acuesto y con ella me levanto. Como a las lentejas, la estoy aborreciendo, pero que si quieres arroz, Catalina. No tendré más remedio que comulgar con la política, pues si no me van a tachar de persona non grata, al que le da igual tres que cuatro y no se entera de qué va esta película de buenos y malos protagonizada por unos correctos políticos, y otros más malos que la bruja coruja montada en una escoba. El arte de la política está interpretada por unos pésimos actores que prometen el oro y el moro, pero que a la vuelta de la esquina te dan solo quincalla con cardenillo o, tal vez, unos caramelos mentolados para que se te quite el mal de boca, la halitosis, producida el politiqueo navajero que actúa con alevosía y a plena luz del día, no en beneficio del paciente ciudadano, unas veces, probo, pero otras, tonto, sino por los intereses de su bolsillo. Todos son políticos, hasta los suegros, a los que debiéramos llamar padres, si no biológicos. Por tanto; huir de esta vorágine y decirle hasta luego, Lucas, resulta del todo imposible.