La película de Barcia

Cuando subo las escaleras del cine pienso en una frase oída en la calle que casi me saca de quicio. Sin embargo, si conociera la historia no me sorprendería porque se repite desde los tiempos de Felipe II, aquel rey que era más papista que el Papa y nos endeudó hasta las cejas porque se gastaba la riqueza americana en guerras para imponer la religión católica. La tradición vale su peso en oro. La frase escuchada es moneda de curso legítimo en un escenario con tanto fango: “en este país no te puedes fiar de nadie”.

    08 feb 2013 / 11:12 H.

    El autor desconfía de su propia familia y si se conoce como Cervantes, “yo sé quién soy”, se aplica la receta. Luego, aparto la reflexión para centrarme en la película, el thriller titulado “Barci el sucio”. El nombre viene de barcena, palabra que el diccionario argentino define como un lugar próximo al río que lo inunda y lo convierte en basurero. El protagonista, un barcia, gentilicio aplicado a los deshechos que se sacan al limpiar el trigo, que en primer plano tiene la cabeza amueblada con trucos y trampas de su familia política. El filme comienza como “El Padrino” de Coppola, con una fiesta de cumpleaños en la que se gastan una millonada en confetis, pero no me Mato en sorprenderme porque es costumbre que los maridos lleven Jaguar a casa y las mujeres no les pregunten de dónde vienen. El thriller, que igual se traduce como Trillo, se desarrolla en una ciudad llamada Gürtel. Como no sé si la traducción es correcta, conectaré con la Embajada de Londres para que me aclaren si thriller significa trillo, un tablón con cuchillas de acero encajadas en una de las caras. Gürtel es la ciudad barcia inundada por un río de dinero negro que desemboca en Suiza, con un ramal indigno que se queda en las carteras de quienes figuran en una lista que algunos perceptores llaman apócrifa. Si fuera así, el autor merecería un nobel de Literatura como el que García Márquez consiguió con los Buendía, pues como es sabido una de las dificultades a las que se enfrentan los novelistas es ponerle nombres y cifras a los protagonistas. El relato tiene muchos malos, jueces, policías y periodistas, contra los que se anuncian querellas selectivas. Un lector ignorante o mal pensado se preguntará si los querellantes pagarán con dinero negro las tasas judiciales de Gallardón, pero eso pertenece a la segunda parte, sobre la que está escribiéndose el guión. De este se sabe que con el estilo del río revuelto en el que ganan los pescadores, se ensuciará todo para que no se vea nada, que los barcianos denunciarán culpables fuera de sus fronteras y repartirán mugre con ventiladores, pero los guionistas no deberían ignorar que la indignación es de la ciudadanía fiable y ésta desconfía con Anaxagoras: “si me engañas una vez, tuya es la culpa, si me engañas dos, la culpa es mía”.   

    J.J. Fernández Trevijano