La 'OT' de los monaguillos
En tiempos en los que escasea el trabajo y, sobre todo, el estable, el anuncio de un 'concurso público' a las puertas de la Catedral de Baeza atrae miradas y desata exclamaciones cuando alguien se acerca a leerlo. Se buscan acólitos de túnica roja y roquete para las 'grandes solemnidades' y, ¡ojo!, no todos valen. Esta es la OT de los monaguillos.
En la entrada de la Catedral de Baeza, un niño de madera policromada o de barro cocido aguarda a los feligreses con una hucha y la mirada lánguida y fervorosa de Pablito Calvo, en “Marcelino Pan y Vino”. Con la túnica roja y el roquete blanco característicos de la vestimenta tradicional de los monaguillos, parece que podría cobrar vida a cambio del sonido titilante de las monedas al caer en la caja. Pero solo es una ilusión y, después del donativo, sigue tan impasible y frío como los materiales de los que está hecho.
La figura del monaguillo es “trascendental” dentro del acto litúrgico cristiano. Pero, en línea con la decadencia de vocaciones sacerdotales que fustiga a la Iglesia, la presencia de monaguillos en las parroquias también es residual, pero luchar precisamente contra esa inercia es el reto que se ha marcado el canónigo de la Catedral de Baeza, Juan Párraga Barranco. Después de dieciocho años de experiencia formando a monaguillos en el municipio vecino de Ibros, el sacerdote ha sorprendido a propios y extraños con una convocatoria pública en la que busca acólitos para las “grandes solemnidades” que se celebren en la ciudad patrimonial. El argumento de Párraga es que “los monaguillos se están perdiendo y, lo mismo que los hijos alegran la vida del hogar, ellos alegran la de la parroquia”. Su recuperación, por tanto, es fundamental para el sacerdote. Pero, como en todo proceso selectivo que se precie, desde el casting de “Operación Triunfo” al último anuncio de “Martini”, conseguir una de las veinte plazas de monaguillo que se han “convocado” no es fácil. Y, aunque el canónigo del gran templo baezano se muestra escéptico y sabe que las colas de pretendientes a colocarse el roquete y la sotana no darán la vuelta a la manzana, también en este concurso público los aspirantes deben reunir una serie de requisitos. “Les he pedido que sean de familias cristianas, es decir, que vivan en sus casas un ambiente de vida cristiana; que sean buenos estudiantes también y espabilados, para que puedan captar bien el sentido de lo que yo les pida, y que vayan a misa, por lo menos, los domingos”, explica Párraga Barranco. Además de cumplir con esos requerimientos, los postulantes deben tener entre 7 y 12 años. “La idea —continúa el canónigo— es que, antes de la Primera Comunión, vayan a la catequesis y se formen y que, a partir de que la hayan tomado, ayuden en la misa que todos los domingos se celebra, en la Catedral, a la siete de la tarde”.
El plazo de esta búsqueda sui generis finalizará el jueves y ya se han presentado ante Párraga Barranco doce “vocaciones”. “Antes el monaguillo era el niño que iba pagado y, hoy día, las familias tienen como un honor que sus hijos sean elegidos para esto”, afirma Párraga.Estos niños serán los que, un día, tengan la responsabilidad de ayudar en la misa de la Catedral, de llevar la “luz del mundo” en una vela, la cruz parroquial o de tocar la campanilla. También serán parte del reparto que, el próximo 16 de octubre, dará vida, singularidad y color a la eucaristía —“televisada”, además— que se celebrará con motivo del seiscientos aniversario de la Cofradía del Cristo de la Yedra. Nuria López Priego /Jaén
Dieciocho años dedicado a formar a niños de sotanas rojas y roquetes
Asegura Juan Párraga Barranco que, para él, formar a monaguillos es “muy agradable”. Tanto es así que, durante los dieciocho años en los que fue párroco de Ibros, en los cursos, con turnos de una semana, que impartió, se formaron 3.200 monaguillos no solo de Jaén, sino de la mayoría de las provincias de Andalucía. Su pericia en la materia es tal que sus “secretos” dentro de la formación de acólitos están impresos en un libro. Por eso, cuando se le pregunta si es un trabajo duro, responde tajante: “No, en absoluto. Es un placer enseñarles”. Cuenta que estos cursos fueron también una estrategia para “conseguir vocaciones para sacerdotes” en unos tiempos que no favorecen precisamente a la Iglesia y en el que estas se están perdiendo. Mientras tanto, él ha encontrado, en Baeza, otro motivo para llenar de “alegría” y de color el templo magno de la ciudad. Es su estrategia para hacer de este ejemplo del Renacimiento en el Sur de la Península algo parecido a un hogar y está a punto de cumplir su propósito. Hasta el momento, han sido doce los niños baezanos que han respondido, con el evidente beneplácito paterno, a la llamada del canónigo y aún cruza los dedos porque los ocho que faltan hasta los veinte llamen a las puertas de la Catedral renacentista antes de que se agote el plazo dado para ello.