La odisea de un inocente

Un ciudadano colombiano pasó diez meses en prisión por un delito que, según la Justicia, no cometió. Cuando salió de la cárcel, acudió al Estado para intentar recibir una indemnización por lo que considera una “arbitrariedad”. Sin embargo, lo que le entregaron fue una orden de expulsión.

    03 dic 2011 / 10:20 H.

    La historia de Luis Gabriel Escobar Cardona es kafkiana. Una odisea sin pies ni cabeza enredada por una acumulación de círculos viciosos. Comienza en Jaén, el 15 de mayo de 2009. Esa madrugada, se produce un tiroteo en un piso de la calle Bilbao, en pleno barrio de Peñamefécit. Un ciudadano ecuatoriano, Yuri Gonzalo C. G., fue asaltado en su casa por unos encapuchados. En el ataque, recibió un balazo, aunque sobrevivió. Cinco días después, la Policía detuvo a Luis Gabriel E. C. como presunto autor de los hechos.
    ¿Por qué? La víctima aseguró a la Policía y al juez instructor que este ciudadano colombiano había ordenado a los encapuchados que le disparase. Según explicó a los investigadores, el día de los hechos alguien llamó a su puerta ya de madrugada. Comprobó por la mirilla que era una persona conocida para él. Así que abrió la puerta. Presuntamente, era Luis Gabriel Escobar Cardona, al que conocía del barrio y de haberle vendido una moto.
    Sin embargo, siempre según su declaración, no iba solo. Lo acompañaban tres hombres más, que iban encapuchados y que entraron por la fuerza en la casa. Allí hubo una pelea y, tal y como aseguró la víctima, Luis Gabriel Escobar ordenó a uno de los sicarios que abriera fuego. El “matón sacó” una pistola y obedeció. Efectuó un único disparo, que alcanzó al dueño de la casa en el abdomen. Le atravesó el cuerpo y salió por la espalda. No le afectó ni un solo órgano vital. De hecho, fue dado de alta a la mañana siguiente. El ecuatoriano acusó entonces a Luis Gabriel Escobar de ser el hombre que llamó a la puerta e instigó el ataque. La Policía lo detuvo y fue encarcelado de forma preventiva como autor de un delito de homicidio en grado de tentativa, otro de allanamiento de morada y un tercero de tenencia ilícita de armas. Llegó a pasar diez meses en el Centro Penitenciario de Jaén a la espera de que llegara el juicio, en el que la Fiscalía pidió para él un castigo de once años de prisión.
    Finalmente, la vista contra él se celebró el 4 de marzo de 2010. Luis Gabriel Escobar reiteró lo que siempre había dicho, que era inocente y que había estado con su novia en Granada en la noche en que ocurrió el tiroteo. Sin embargo, eso no fue lo más sorprendente. Lo llamativo es que la víctima no acudió al juicio. Sencillamente, se esfumó. Los esfuerzos de la Policía y de la Justicia por localizarlo fueron inútiles. Se lo tragó la tierra. Así que la Fiscalía se quedó sin la principal prueba de cargo contra Luis Gabriel Escobar. Fue absuelto de todos los cargos con todos los pronunciamientos favorables. Al día siguiente del juicio, antes incluso de que se formalizara la sentencia, quedó en libertad.
    Le quitan los papeles. El hombre, que llevaba nueve años en España, tenía todos sus papeles en regla y nunca había tenido un problema con la Justicia. Sin embargo, mientras estaba en prisión, le fue retirado el permiso de residencia: “Me dijeron que se caducó por tener antecedentes. Lo solicité de nuevo y me lo denegaron. Así que dictaron contra mí una orden de expulsión”, relata en un correo electrónico enviado desde Colombia, donde fue deportado hace unas semanas. “Ni tan siquiera me dejaron recoger mis pertenencias”, añade.
    Luis Gabriel Escobar asegura que toda su existencia se ha derrumbado por “un error”: “Ahora, mi vida es un desastre. Yo, gracias a lo que había construido en España, podía mantener a mi familia de Colombia”, aclara. Lo que este hombre solicita es que le devuelvan sus papeles para “poder buscar un porvenir para los suyos”. Rafael Abolafia / Jaén