La Navidad y el silencio de los buenos
Desde Jaén. Se acaban los días navideños, que son la niñez y la fantasía infantiles. El recuerdo de nuestra primera Navidad (siendo conscientes de ello) en torno a un belén o a una lumbre hogareña compartida con padres y hermanos, es la estela mágica e intangible, imborrable e inmutable que persistirá, a pesar de las modas y de los modos, en nuestra memoria y en nuestros corazones. La Natividad es el nacimiento de una ilusión. Es el anhelo de paz, de buenos deseos.
El momento de reunirse con amigos, para que no se mueran las semillas de la amistad, y también de fortalecer los lazos familiares y fraternales tan necesarios en una sociedad, como la nuestra, que ha optado por caminar en senderos frívolos y equivocados, gracias a la falta de pensamiento y reflexión de políticos, magnates del dinero, sindicatos y todo tipo de chupópteros habidos y por haber a diestra y siniestra. Para todos ellos no existe la Navidad, sino “su navidad”, la del chollo, la del cazo, la de la carcajada fácil e hiriente, la de llenar la panza, y que se mueran los feos. Pero no se dan cuenta de que los feos son ellos. Martin Luther King, en una de sus magníficas reflexiones, nos decía: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos”.
Manuel Navarro Jaramillo