La Navidad y el silencio de los buenos

Desde Jaén. Se acaban los días navideños, que son la niñez y la fantasía infantiles. El recuerdo de nuestra primera Navidad (siendo conscientes de ello) en torno a un belén o a una lumbre hogareña compartida con padres y hermanos, es la estela mágica e intangible, imborrable e inmutable que persistirá, a pesar de las modas y de los modos, en nuestra memoria y en nuestros corazones. La Natividad es el nacimiento de una ilusión. Es el anhelo de paz, de buenos deseos.

    05 ene 2013 / 10:05 H.

    El momento de reunirse con amigos, para que no se mueran las semillas de la amistad, y también de fortalecer los lazos familiares y fraternales tan necesarios en una sociedad, como la nuestra, que ha optado por caminar en senderos frívolos y equivocados, gracias a la falta de pensamiento y reflexión de políticos, magnates del dinero, sindicatos y todo tipo de chupópteros habidos y por haber a diestra y siniestra. Para todos ellos no existe la Navidad, sino “su navidad”, la del chollo, la del cazo, la de la carcajada fácil e hiriente, la de llenar la panza, y que se mueran los feos. Pero no se dan cuenta de que los feos son ellos. Martin Luther King, en una de sus magníficas reflexiones, nos decía: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos”.
    Manuel Navarro Jaramillo