La mula.- Risas entre los desastres de la guerra

Por Nuria López Priego 
Siempre que un grupo de música o un cantante, da igual quién, inician la promoción de un nuevo disco repiten, por activa y por pasiva, que es su mejor trabajo, el más maduro, el más completo, con el que se sienten más satisfechos; el que resume la esencia de la banda y con el que han alcanzado la perseguida cuadratura del círculo o la preciada fórmula de la piedra filosofal. Algo parecido sucede con las películas.

    15 may 2013 / 15:47 H.

    Sobre todo, cuando la temática está tan trillada como la de la Guerra Civil española. Un fratricidio lamentable que acabó con la vida de más de medio millón de personas y que dejó una herida de difícil cicatrización, con crímenes que quedaron impunes y relegados detrás del interesado tupido velo del que habla el tópico. 
    Los escenarios, las cifras —oficiales y oficiosas—, el hambre, la amargura, las penurias, el sufrimiento y el silencio penoso que sobrevino tras los tres años de vergonzoso enfrentamiento entre hermanos son de sobra conocidos. Cineastas españoles y extranjeros, como Sam Wood, con la adaptación del célebre Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway, o Ken Loach, con su fantástica Tierra y Libertad (1995), lo han analizado desde casi todos los puntos de vista posibles. Pero, cuando parecía que todo estaba mascado, de las turbulencias de la polémica judicial y el despropósito, ha salido trotando con fuerza La mula. Una película “anónima” en sus títulos de crédito, pero innegablemente marcada por la reconocible impronta del británico Michael Radford que no, no es otra cinta más sobre la Guerra Civil española. Basada en la novela homónima que Juan Eslava Galán escribió a partir de las vivencias de su propio padre durante el conflicto fratricida, La mula es una tragicomedia audiovisualmente solvente en la que la risa desternillante va dando paso, poco a poco, a una realidad gris de sangre y derrota, incluso para el bando de los “vencedores” y para ese antihéroe al que da vida Mario Casas en uno de los mejores papeles de su todavía corta carrera.
    El galán de moda del cine español de nuestros días se mete en la piel de un acemilero de baja alcurnia y corto de luces, pero soñador, leal y protegido por esa buena estrella que todo el mundo desea, pero que solo ampara a unos cuantos, que, a lo largo de la trama, no solo conocerá el amor y los fastos del reconocimiento al héroe de guerra, sino también el fracaso en todas sus variantes: sentimental y personal.
    Con imágenes subyugantes que emparentan, en ocasiones, con el documental y acercan a la miseria extrema de la guerra, al abandono del campo y a la nada, La mula es una película aparentemente simple, que, sin embargo, está llena de aristas en las que lo más afilado son la búsqueda de la libertad y el miedo a rozarla, por no saber qué hacer con ella. Y todo ello entretejido en el telar de la risa, del chiste, de la broma y de las burradas de la época. Cuchufletas que sirven como telón de fondo y le quitan hierro, además, a un desastre tan goyesco o más que el de 1812. Esos son los rasgos diferenciales de una producción que ha logrado llegar a la gran pantalla después de conflictos judiciales que, de ser relatados aquí, solo enturbiarían el profundo poso de desconsuelo y sinsabor que deja.
    La mula
    España - Año: 2012 - Director: Anónimo               
    Protagonistas: Mario Casas, María Valverde, Secun de la Rosa