La muerte de un albañil cubano debe despertar conciencias

La comunidad internacional no puede ni debe quedar impasible ante la insostenible situación por la que atraviesan los ciudadanos de Cuba y que acaba de tener su punto de inflexión en la trágica muerte del disidente Orlando Zapata después de 85 días en huelga de hambre por exigir un trato digno.

    26 feb 2010 / 09:51 H.

    Y España, especialmente, debe abanderar la repulsa generalizada pero, sobre todo, un movimiento que promueva el respeto a los derechos humanos y la liberación de todos los considerados presos de conciencia. En pleno siglo XXI no se puede permitir que una sola persona pierda la vida simplemente por sus ideas, una circunstancia que hoy por hoy se puede repetir en Cuba en cualquier momento. La libertad de expresión es un puro espejismo y ni siquiera los medios de comunicación cubanos hacen referencia al fallecimiento de Zapata, un caldo de cultivo perfecto para que el que el régimen castrista campe a sus anchas. Zapatero ha exigido a Cuba que libere a los presos de conciencia, a la vez que ha lamentado “profundamente” lo sucedido. En la misma línea, el líder del PP apuesta porque la isla alcance un estatus en el que se pueda opinar libremente sin miedo a ir a la cárcel. La Iglesia Católica apela al diálogo y al entendimiento para tomar cuantas medida sean necesarias evitar más muertes de encarcelados por sus ideas políticas, una situación que no beneficia a nadie y que, por el contrario, “sí hacen sufrir a muchos”.
    Los países que se consideran demócratas tienen en su mano reaccionar, no sólo un par de días, sino de manera sostenida en el tiempo. Solo así la muerte de un albañil que no había cometido delito alguno pueda tener sentido. Es el momento de reflexionar y tener la suficiente amplitud de miras para encontrar un futuro mejor. El aislamiento no funciona. A partir de esa premisa, hay que encontrar herramientas que garanticen que los cubanos puedan vivir en libertad.