La mudez de Baphomet
Los ojos de 'La Mona' o Baphomet de nuestra Catedral, observan el acontecer de esa parte de la ciudad que yo amo tanto. Su mirada, difuminada, enigmática y derruida por el discurrir del tiempo, inadvertida para los que caminan sin pausa ni misterio, diría yo que mira al sur y que todos los cipreses de la ciudad, le vigilan desde siempre los ensueños.
Ubicado en una esquina, para ser testigo doblemente de una luz que cae absorta sobre cada jornada, de unos gritos enjaulados en horas de llanto y cascotes esparcidos en cada mueca de la historia. Excelso en las densas paredes de piedra blanca, entre arcos, capiteles y flores de lis, representa todo aquello que la historia ha querido imputarle y que le ha permitido guardar el misterio desde el aire, desde un dintel privilegiado donde el secreto se impone a cualquier otro pensamiento.
Oprimida la boca con fuerza, para que nada se le escape de dentro. Ecléctico, casi feo. Nada que ver con puntas de diamantes o balaustradas barrocas del resto del Templo. Pero sí de una advocación mitológica, pretérita y honda. De una forma pagana cuyo enigma se respira en todas las direcciones.
Esa forma que está dando cuerpo a nuestra decepción desmesurada, a no saber ya lo que es verdad o es mentira, a sentarnos, como él, en posición meditabunda. Y estoy segura de que si pudiera abrir la boca nos diría que el sol sigue saliendo cada día, que a qué esperamos para despertar y tal vez, que la solución a tantos desencuentros, está dentro de nosotros.
Poeta
Rocío Biedma