La mirada comprometida y honesta del cooperante
Hambre, violencia, falta de acceso al agua potable, violación de los derechos humanos, trabajo infantil, carencia de libertad y crisis económica son sólo algunos de los motivos que pueden ayudar a que cualquier persona no se sienta orgullosa de pertenecer a este mundo. Algunos de ellos son viejos, datan de hace décadas y, sin embargo, lejos de estar cerca su solución, se agravan con el paso del tiempo. Mucho más, cuando la coyuntura actual tan poco favorable hace que los países más privilegiados traten de olvidar a aquellos que más lo necesitan. Eso sí, habría que analizar hasta qué punto es justo.
Intelectuales, analistas políticos y economistas, entre otros profesionales, alertan de que la sociedad más desarrollada no avanza por el buen camino. La brecha entre países desarrollados y otros que están en vías de desarrollo aumenta. Cada vez son más los que sufren y el futuro que se les dibuja es incierto. Sirven como ejemplo los campamentos del Sáhara, la ausencia de libertad en Cuba o el trabajo infantil en Bolivia. Y esto sólo es el principio. En el lado opuesto, se encuentran aquellos que con una llamada de teléfono pueden mover millones.
Ante este panorama es una obligación moral no echar la vista a otro lado. La mirada del cooperante sabe bien cuáles son las dificultades e insiste en que queda mucho trabajo por hacer. Demasiado.
La cooperación al desarrollo y la acción humanitaria ganan peso y, desde todos los ámbitos de la sociedad, se ponen en marcha líneas de ayuda y proyectos solidarios. Por un lado, se encuentran las administraciones públicas, fundaciones y otras instituciones. Sus aportaciones económicas hacen posible el desarrollo de iniciativas en los países más desfavorecidos del planeta.
Sin embargo, todos tienen algo que decir. En esta labor, juega un papel fundamental el ciudadano de a pie. Aquel que es capaz de “abandonar” su vida durante un tiempo para toparse de bruces con la realidad. El cooperante es, tal vez, el que conoce mejor que nadie las dificultades y necesidades de cada lugar. Por este motivo, no teme recorrer miles de kilómetros para entregarse a los demás.
Así, tal y como dijo Juan Pablo II, la solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos. Por su parte, Eduardo Galeano, escritor uruguayo de una ideología bien distinta, afirmó: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.
Jaén, por suerte, es consciente de que es una provincia solidaria. No son pocos los programas de cooperación que se desarrollan en diferentes rincones del globo terráqueo. En muchos de ellos, están implicadas manos jiennenses. Así lo afirma África Conde, portavoz de la Coordinadora Provincial de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de Jaén (Congd). “Siempre que hemos puesto en marcha una campaña, recibimos la colaboración ciudadana. Si algo hace falta, es dar un paso más en la implicación, ya que si te comprometes, quieres conocer el porqué y te afanas en esa búsqueda del conocimiento, cuando sabes, ya no estás tranquila. Te incomoda y te revelas ante la injusticia. Es entonces cuando piensas, ¿qué puedo hacer yo ante un problema tan gordo y que a mí se me escapa?”. En su opinión, la respuesta es sencilla. Siempre se puede colaborar. Para África Conde, simplemente, se trata de que cada persona se responsabilice de sus acciones. “Por supuesto, cada uno en su ámbito de influencia y en su dominio”, asegura.
Ella piensa que la ayuda y la cooperación puede comenzar por plantearse lo que realmente pasa, cuáles son las causas de las desigualdades. “Hace falta más información”, señala.
Y es que cuando se habla de ponerse en el lugar de los más necesitados, se cumple más que nunca la frase de no es lo mismo verlo que sentirlo. La Congd considera que aportar un granito de arena sin salir de casa es tan sencillo como mirar de dónde procede cada objeto que utilizamos o al controlar los consumos. La organización apareció en Jaén en 2004 y las dieciocho ONG que la integran comparten una idea: además del fin de contribuir a la cooperación y promover acciones de sensibilización, creen fundamental que los países destinatarios de las ayudas sean protagonistas de su desarrollo.
África Conde explica que la finalidad es capacitar y dotar de herramientas a las naciones destinatarias de las ayudas.
Pero la labor de la Coordinadora Provincial de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de Jaén da un paso más allá y, entre sus tareas, se encuentra también la de servir de nexo de unión entre las administraciones públicas y las ONG, ya que el colectivo se encarga de canalizar subvenciones y gestionar las ayudas en situaciones de emergencia, como una catástrofe natural o un conflicto bélico, y de contactar con los colectivos que, en ese momento, estén en la zona afectada. Por lo general, en los países que más trabajan los cooperantes jiennenses son los latinoamericanos y africanos, aunque también hay cooperantes en otros continentes, como Asia. En cuanto a los ámbitos de acción, son muy distintos, como educativo, sanitario, social o infraestructuras, entre otros.
Hay mucho por hacer, sí. Pero la cooperación no es sólo ayudar, sino, también, aprender de los demás. Conocer bien sus dificultades para saber qué afortunados somos en el “primer mundo”. Inmaculada Espinilla

Intelectuales, analistas políticos y economistas, entre otros profesionales, alertan de que la sociedad más desarrollada no avanza por el buen camino. La brecha entre países desarrollados y otros que están en vías de desarrollo aumenta. Cada vez son más los que sufren y el futuro que se les dibuja es incierto. Sirven como ejemplo los campamentos del Sáhara, la ausencia de libertad en Cuba o el trabajo infantil en Bolivia. Y esto sólo es el principio. En el lado opuesto, se encuentran aquellos que con una llamada de teléfono pueden mover millones.
Ante este panorama es una obligación moral no echar la vista a otro lado. La mirada del cooperante sabe bien cuáles son las dificultades e insiste en que queda mucho trabajo por hacer. Demasiado.
La cooperación al desarrollo y la acción humanitaria ganan peso y, desde todos los ámbitos de la sociedad, se ponen en marcha líneas de ayuda y proyectos solidarios. Por un lado, se encuentran las administraciones públicas, fundaciones y otras instituciones. Sus aportaciones económicas hacen posible el desarrollo de iniciativas en los países más desfavorecidos del planeta.
Sin embargo, todos tienen algo que decir. En esta labor, juega un papel fundamental el ciudadano de a pie. Aquel que es capaz de “abandonar” su vida durante un tiempo para toparse de bruces con la realidad. El cooperante es, tal vez, el que conoce mejor que nadie las dificultades y necesidades de cada lugar. Por este motivo, no teme recorrer miles de kilómetros para entregarse a los demás.
Así, tal y como dijo Juan Pablo II, la solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos. Por su parte, Eduardo Galeano, escritor uruguayo de una ideología bien distinta, afirmó: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.
Jaén, por suerte, es consciente de que es una provincia solidaria. No son pocos los programas de cooperación que se desarrollan en diferentes rincones del globo terráqueo. En muchos de ellos, están implicadas manos jiennenses. Así lo afirma África Conde, portavoz de la Coordinadora Provincial de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de Jaén (Congd). “Siempre que hemos puesto en marcha una campaña, recibimos la colaboración ciudadana. Si algo hace falta, es dar un paso más en la implicación, ya que si te comprometes, quieres conocer el porqué y te afanas en esa búsqueda del conocimiento, cuando sabes, ya no estás tranquila. Te incomoda y te revelas ante la injusticia. Es entonces cuando piensas, ¿qué puedo hacer yo ante un problema tan gordo y que a mí se me escapa?”. En su opinión, la respuesta es sencilla. Siempre se puede colaborar. Para África Conde, simplemente, se trata de que cada persona se responsabilice de sus acciones. “Por supuesto, cada uno en su ámbito de influencia y en su dominio”, asegura.
Ella piensa que la ayuda y la cooperación puede comenzar por plantearse lo que realmente pasa, cuáles son las causas de las desigualdades. “Hace falta más información”, señala.
Y es que cuando se habla de ponerse en el lugar de los más necesitados, se cumple más que nunca la frase de no es lo mismo verlo que sentirlo. La Congd considera que aportar un granito de arena sin salir de casa es tan sencillo como mirar de dónde procede cada objeto que utilizamos o al controlar los consumos. La organización apareció en Jaén en 2004 y las dieciocho ONG que la integran comparten una idea: además del fin de contribuir a la cooperación y promover acciones de sensibilización, creen fundamental que los países destinatarios de las ayudas sean protagonistas de su desarrollo.
África Conde explica que la finalidad es capacitar y dotar de herramientas a las naciones destinatarias de las ayudas.
Pero la labor de la Coordinadora Provincial de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de Jaén da un paso más allá y, entre sus tareas, se encuentra también la de servir de nexo de unión entre las administraciones públicas y las ONG, ya que el colectivo se encarga de canalizar subvenciones y gestionar las ayudas en situaciones de emergencia, como una catástrofe natural o un conflicto bélico, y de contactar con los colectivos que, en ese momento, estén en la zona afectada. Por lo general, en los países que más trabajan los cooperantes jiennenses son los latinoamericanos y africanos, aunque también hay cooperantes en otros continentes, como Asia. En cuanto a los ámbitos de acción, son muy distintos, como educativo, sanitario, social o infraestructuras, entre otros.
Hay mucho por hacer, sí. Pero la cooperación no es sólo ayudar, sino, también, aprender de los demás. Conocer bien sus dificultades para saber qué afortunados somos en el “primer mundo”. Inmaculada Espinilla