La mayor prueba de amor

Cuánto cuesta perdonar, el maltrato, el insulto, el desprecio, el agravio, la ofensa, el daño, a veces irreparable, que recibimos de los demás, sobre todo, si no somos merecedores de ello! Nos rebelamos. Decimos: “no hay derecho”. Nos preguntamos: “¿por qué?”. Deseamos la venganza. Pero, en el Padrenuestro, pedimos, “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Si no perdonamos, ¿con qué valor moral pediremos su perdón?.

    26 ago 2014 / 18:07 H.

    Jesús nos dice: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.” “Perdonad y seréis perdonados”. Esto que parece imposible para nosotros, no lo es para Dios. Hemos de pedir su ayuda. Junto a Jesús, alcanzaremos la generosidad, la humildad, la fuerza y la serenidad, necesarias para perdonar. Considero que puede ayudarnos el hecho de ponernos en el lugar del ofensor y de meditar sobre los motivos que han podido llevarle a la ofensa; el que nos compadezcamos de su naturaleza pecadora, y recemos por él, sigamos el ejemplo de Jesús, que nos pide, que perdonemos de corazón a los otros, para ser perdonados por Dios. Alimentemos la nobleza y la magnanimidad, escondidas quizá, en lo más profundo de nuestra alma. Saquémoslas a la luz, contemplando a Cristo crucificado que, cargando con nuestras culpas hasta la muerte, manifestó así, que la mayor prueba de amor es el perdón sin límites.