La masacre de Port Said devuelve a la policía al centro de la ira popular
La tragedia en el estadio de Port Said ha devuelto al centro de la ira popular a las fuerzas de seguridad egipcias, que ya se encontraban en niveles mínimos de aceptación tras las revueltas que acabaron con el régimen de Hosni Mubarak.
La Revolución del 25 de Enero no solo se llevó por delante a Mubarak. También barrió el escaso prestigio que le restaba a una policía más conocida por sus arbitrariedades y las torturas que por ser garantes de la seguridad ciudadana. En sus últimas bocanadas como presidente, el propio Mubarak escogió al Ministerio del Interior como chivo expiatorio, al retirar a todos los policías de las calles, tres días después de que comenzaran las protestas, y encargar el mantenimiento del orden al ejército.
A partir de entonces, la policía cayó en una irrelevancia cercana a la invisibilidad, lo que hizo dispararse en Egipto la percepción subjetiva de inseguridad.Una encuesta de Gallup realizada el año pasado reflejó que la sensación de inseguridad entre los ciudadanos había pasado del 17 % antes de la revolución a un 39 %.Pero no se trata solo de la apreciación personal: la virtual desaparición de las fuerzas de seguridad ha tenido efectos mucho más visibles como un mayor caos circulatorio o el aumento de la delincuencia callejera, sobre todo en los barrios depauperados.Solo en ocasiones como en las protestas de la plaza Tahrir en los meses de noviembre y diciembre las fuerzas de seguridad recuperaron su escabroso protagonismo, con la brutal represión frente a los manifestantes contra la Junta Militar que dirige Egipto.
En primera línea de batalla, tanto en esas manifestaciones como en las que llevaron a la caída de Mubarak hace un año, se situaron precisamente los ultras del club cairota de Al Ahly, que fueron, en una paradoja que tal vez no lo sea tanto, el objetivo anoche de los hinchas del Al Masry en Port Said. El presidente de la Cámara Baja del Parlamento egipcio, el islamista Saad Katatny, ahora mismo la más alta autoridad elegida por el pueblo, ha situado el punto de mira en las fuerzas de seguridad.
En un duro discurso hoy ante una sesión extraordinaria del Parlamento, Katatni, miembro de los Hermanos Musulmanes, achacó la tragedia de Port Said, que se cobró la vida de más de 70 personas, a "la deficiencia y negligencia" de los cuerpos del orden. El político consideró que las fuerzas de seguridad "no cumplieron ni con su misión ni con su profesión por la falta de organización ante estos acontecimientos".
Según dijeron a Efe testigos presenciales, los hinchas del Al Masry no encontraron ninguna resistencia por parte de las decenas de agentes antidisturbios que había desplegados en el campo cuando invadieron el campo tras el partido para "linchar" a los jugadores del Ahly.
Los medios de comunicación independientes tampoco han tenido contemplaciones con el papel de la policía, y algún diario, como el "Asshuruk" ha querido ver en Port Said una reedición de la que se conoce como la "Batalla del Camello", de la que hoy justo se cumple un año. Ese día, decenas de seguidores del régimen mubarakista entraron en la cairota plaza Tahrir a lomos de camellos y caballos para intentar sembrar el pánico entre los miles de manifestantes que reclamaban un cambio de régimen.
Lo cierto es que las promesas de la Junta Militar acerca de una depuración de los altos cargos de la policía no parece haber cambiado demasiadas cosas en un órgano que todavía es visto como favorable al antiguo régimen.El primer ministro egipcio, Kamal al Ganzuri, designó en diciembre ministro del Interior al general Mohamed Ibrahim Yusuf, que había sido jefe de la Policía de la provincia de Guiza hasta 2000 y posteriormente responsable de Asuntos Penitenciarios.
En julio pasado, el anterior ministro del Interior, Mansur Esawi, otro resabio del antiguo régimen, anunció a bombo y platillo el "mayor relevo de altos oficiales en la historia del departamento", pero ese cambio todavía no se ha hecho sentir. Muchos blogueros y activistas se preguntan hoy en Egipto cómo es posible que las inflamables elecciones legislativas se celebrasen en ausencia total de incidentes, y, sin embargo, pueda suceder algo como lo de anoche ante la impasibilidad policial. Egipto, un país al borde de un ataque de nervios, acumula hoy todavía muchas más preguntas que respuestas en su dubitativa transición.