La marea etnosureña
Viento en popa y a toda vela. Alcalá la Real navega con salsa y ritmo etnosureño. El municipio de la Sierra se convierte hasta hoy en un gran barco que viaja por las raíces étnicas de los diferentes continentes y trae hasta el mar de olivos un foco multicultural plagado de música, actuaciones, talleres y todo tipo de actividades que hacen vibrar a propios y extraños.
Tras la primera noche de la jornada inaugural que remató Kuenta i Tambú y la Etnoteca, a cargo de Boom Bass Brothers, que hizo vibrar a los más bravos, la “marea etnosureño” continuó su navegación con talleres, actividades de calle, conferencias, proyecciones de cine y vídeo documental y narradores. Si a algún jiennense le da por ir a ver una exposición en el Palacio Abacial, no necesita música de ambiente. Los ecos del taller de canto lo acompañan durante la visita.
Tras la primera noche de la jornada inaugural que remató Kuenta i Tambú y la Etnoteca, a cargo de Boom Bass Brothers, que hizo vibrar a los más bravos, la “marea etnosureño” continuó su navegación con talleres, actividades de calle, conferencias, proyecciones de cine y vídeo documental y narradores. Si a algún jiennense le da por ir a ver una exposición en el Palacio Abacial, no necesita música de ambiente. Los ecos del taller de canto lo acompañan durante la visita.

El Paseo de los Álamos es una alegría. Todos los talleres que se hacen allí tienen el “cartel de aforo completo, mientras los participantes alucinan entre inciensos, jabones caseros y pastas de dientes naturales. La fuente del paseo sigue siendo el alivio de los calores estivales y una ducha, sin jabón, permanente para todo el que lo precisa. Allí, el bien más preciado es una pistolilla de agua u otro armamento de más calibre plastiquero. Todos los años, a la misma altura del paseo y a la misma hora, un “pistolero etnosureño” reta a un duelo a muerte acuífera. Entonces, el etnosureño se adentra en el Convento de Capuchinos, entre carpas de ONG’s, para reencontrarse con la magia de la narración oral de la compañía PAI y su espectáculo Coro Cocó, en el aula magna del recinto, un poco acalorada. La normalidad, la fluidez y la ausencia de sobresaltos son la tónica dominante de este festival. Y este año, más. Es una alegría rular con cierta fluidez por el Paseo de los Álamos, a estas horas y con estos calores. El espíritu de Etnosur se respira por los cuatro costados: libertad, tolerancia, cultura, aprendizaje y buen rollo. Sobre todo, buen rollo que lejos de acabar, continuó música, la de El Bastón de la Vieja, un grupo sevillano, que mezcla el “punk” y el rock, todo ello conjugado en un potente directo cargado de “poca vergüenza”, el refrescante sonido del Etnochill, para amenizar la tarde, las “olas” trepidantes y alegres de Los Balcony Players y la nota “humorística” de un buen circo. Ya al cierre de esta edición estaba prevista “la gran salsa etnosureña”. Había mucha expectación por Guadalupe Plata y el trío flamenco encabezado por el bailaor Daniel Navarro. Etnosur concluye hoy con más propuestas. Comienzan con un taller de taoísmo, en el Convento Capuchinos; de canto, en el Palacio Abacial y de historia de la música, entre otros. El Paseo de los Álamos despide la cita, no sin antes llenarse de música , a partir del mediodía.