La mala gente
Ha bastado que sonase el nombre de Eduardo Madina, como posible candidato en las primarias del PSOE, para que toquen 'a degüello' y tiren contra él con postas, sin ningún miramiento. De entre las muchas lindezas que ha tenido que escuchar —y no por primera vez— está la de ser filo terrorista. Sí, un conspicuo pro etarra a pesar de que la banda estuvo a punto de acabar con su vida.
Le quitaron una pierna, pero no le arrebataron su dignidad, ni su profundo sentido ético, ni sus firmes convicciones democráticas, alejadas de rencores y ponzoñas similares. Con razón hay quienes urgen a Rubalcaba la pronta elección del candidato: cuanto antes sea elegido, más tiempo para el ¡pim, pam, pum! No sé si Madina será el candidato, bueno eso creo que por ahora no lo sabe nadie, pero lo que sí sé es que en esta España nuestra chorrea la mala baba. Con qué rapidez se convierte la discrepancia en odio cerval. Con qué facilidad ese odio infecta la dialéctica de todas las cosas. Con qué irresponsabilidad rebrota de cuando en cuando, con fiereza, ese espíritu cainita, a veces sembrado y cultivado con esmero por quienes tienen el pecho amoratado a fuerza de darse golpes. Explican algunos tertulianos ese ataque a la yugular de Eduardo en el hipotético “daño” electoral que podría causar al PP como candidato. El problema es que, con la que está cayendo, lo que nos hace falta es que desde la Política se siga cavando, aún más, el abismo que la separa de los ciudadanos, sin caer en la cuenta de que el daño y el destrozo ya lo abarcan todo. Queremos un poco de respeto, un poco de tolerancia, exigimos sensibilidad para los grandes problemas que nos acosan y hacen cada vez más difícil el día a día. Jarrea de forma inmisericorde sobre los más débiles, que ya son —somos— legión. Pero nada de esto pasa por casualidad.
Empresario
Francisco Zamora