La lucha de la pareja de Víctor Araque para que se haga justicia

Ana Belén Bolívar se debate entre el dolor más absoluto por la muerte de su pareja, Víctor Araque, en un trágico accidente de tráfico mientras estaban de vacaciones en Senegal, y la indignación y la rabia por cómo tratan el caso las autoridades y los cuerpos de seguridad del país africano.Es imposible imaginar cómo se siente Ana Belén Bolívar. Hace menos de un mes caminaba de la mano de Víctor Araque, su pareja desde hacía ocho años, por la calle de una ciudad senegalesa. Estaban de vacaciones en el país africano y se dirigían hacia su hotel.

    12 ago 2013 / 09:18 H.

    De repente, un vehículo 4x4, que circulaba en sentido contrario al suyo, cruzó a toda velocidad por la calzada y se llevó por delante al deportista jiennense, que salió despedido hasta una decena de  metros. Su novia, de manera milagrosa, logró esquivar el choque y solo resultómagullada. Comenzó, entonces, la pesadilla de la que aún no ha despertado.Bolívar gritó angustiada, en francés —idioma del que es profesora—, en busca de auxilio para su pareja, que yacía tendida. Llegó una ambulancia, pero los sanitarios, en lugar de atender a Víctor, se llevaron al conductor y a un segundo ocupante del 4x4, que estaban heridos de levedad. La mujer rogó, llorando, que se llevaran a su pareja también, que estaba inmóvil, en medio de un charco de sangre. Fue inútil. El cuerpo —ya cadáver, aunque la profesora no lo sabía todavía— permaneció en el mismo lugar hasta que un ciudadano detuvo su camioneta. “Lo cogieron como a un animal y lo soltaron en la parte de atrás, sin cubrirlo, sin una manta debajo”, explica Bolívar. El destino del trayecto no era el hospital, para desesperación de la mujer, sino la Comisaría, donde se vio obligada a declarar sin que a su novio le atendiera un médico. Tres horas después del atropello, el cuerpo de Víctor se trasladó, directamente, a la morgue.“inhumano”. Al día siguiente, apenas recordaba lo que había declarado ante la Policía. No le habían dado una copia (y sigue sin tenerla). Se acercó para poner una segunda denuncia, esta vez con fotografías del lugar del accidente que tuvo la precaución de realizar tras el atropello. Quería dejar constancia, también, del trato “inhumano” que habían recibido tanto su pareja como ella misma, en este caso por su condición de mujer. “No es tanto la pesadilla burocrática, sino la gente, que no tiene humanidad y ni siquiera me miraban a la cara cuando les hablaba”, afirma Bolívar. Mientras avanzan los trámites para repatriar a Víctor y a ella misma, la docente contrata a un abogado que le recomienda el que es su mayor apoyo en el país senegalés, el cónsul francés —que, curiosamente, se alojaba en el mismo hotel que la pareja—. Muy diferente es la opinión que tiene del cónsul español, que, según Bolívar, le ha prestado poca ayuda y ha demostrado escasa sensibilidad. Asimismo, un periodista local publica su caso en un periódico y, desde entonces, informa a la mujer sobre asuntos que las autoridades senegalesas silencian. Más información en nuestra edición impresa.
    Antonio Heras/ Jaén