La lógica de la política

Eduardo M. ORTEGA MARTÍN desde Jaén. Cuando Sócrates dijo que solo sabía que no sabía nada, quizás estaba anticipando los que ocurre en nuestros días cuando nuestros duques o dux, o conductores de la política, otrora llamados barones, no aciertan a plantear una clara solución global para salir del hoyo en el que estamos inmersos.

    31 oct 2012 / 15:52 H.

    Me refiero a la crisis, pero la crisis no es solo económica, forma parte de un ciclo, y forma parte de una necesidad claramente imperiosa de todo sistema u organismo, sea vivo o social, la necesidad de renovarse y de abrirse a nuevas ideas. El anquilosamiento del pensamiento y del ideario político hace que la lógica de la política patine en medio de sus propias premisas, es decir, no avance porque no tiene nuevas visiones que ofrecer, nuevos proyectos. Cojamos, por ejemplo, la lógica de la tijera que Europa está imponiendo a España y a otros muchos países. Esta lógica, en parte, tiene su sentido, no gastar más de lo que se ingresa, pero también no resuelve el problema de avanzar hacia nuevos proyectos y hacia nuevas formas de hacer política y concebir la política. Porque poca lógica tiene que el 80% o más de las leyes vengan ya impuestas por Bruselas, y aquí nuestros políticos poco más que se dediquen a confirmar lo que otros les envían. La ilógica es aún más aplastante cuando hay quien no quiere bajarse del sillón y se aferra a él, cuando el interés general se condiciona al interés de partido, cuando los medios de comunicación siguen una corriente ideológica que predica las luces de sus simpatizantes, pero nos oculta claramente las sombras. La lógica de la política pasa pues por renovarse y sacudir las alfombras, por ser capaz de romper el sistema bipartidista, porque las mayorías absolutas no sean un rodillo, ni los mandatos renovados eternos. La lógica de la política pasa por anteponer la idea de servicio a la ciudadanía a la idea de poder. Hay demasiadas ínfulas de poder, y muchos Sanchos en las ínsulas de Barataria, que no saben a dónde caminan, ni adónde van. Eso sí, quieren permanecer allí, a toda costa, aunque la lógica diga que su tiempo ya pasó, y que, como la vida misma, la política, como dice el refrán castellano, debe día a día de renovarse o morir. Hay que despertar y no vivir de espaldas a la realidad. La política no es un rodillo del partido de turno para que crezca en su poder, sino un claro instrumento de servicio, que debe de estar orientado al bien común, ese que explican los libros, pero que en los atriles congresuales, ni está, ni se le espera, y hasta muchas veces se le ignora.