La Juana de Arco de Martos

FÉLIX MANZANEDA ONETO desde JAÉN. Me despierto  como todos los años, el día 1 de noviembre, la boca algo pastosa y una pesadez estomacal, residuos ambos del exceso en la celebración del cumpleaños de mi cónyuge, que tuvo la ocurrencia de venir a este valle de lágrimas en la víspera de todos los santos. Oigo entonces en mi transistor, en mi cadena Ser, antes compartida, me refiero a la audición con Radio Nacional de España,

    13 nov 2012 / 19:06 H.

    pero que después de la “españolización” he fijado con “superglú” en el 100.0, como decía, oigo que “ la alcaldesa de Martos ha prohibido en el cementerio marteño la celebración del homenaje a los represaliados que se viene celebrando en todos los cementerios de la provincia, con el peregrino argumento de ser este un día para la celebración religiosa de todos los fallecidos. No salgo de mi asombro, estamos yendo tan atrás que ya está aquí Juana de Arco, que nos quiere cristianizar, si es que estas hordas rojas ácratas y sin dios no pueden campar a sus anchas por la España católica, apostólica y romana, la del Cid Campeador, la del cara al sol. Está alcaldesa al frente de esta cruzada pretende impedir que se le rinda el homenaje más que merecido, a esa gente que supo dar su vida por unos ideales que hoy están siendo pisoteados por esta gente que no tiene más horizonte que su artera y aviesa mentalidad, sin tener en cuenta que estamos en el siglo XXI y no en el XIV, seguro que si ellos se vieran en el dilema de dar su vida por sus ideas correrían cuán conejos en una cacería. Fue Gregorio IV, papa de tu santa madre iglesia, quien apostolizó la fiesta, que entonces era pagana, para cubrirla con el catecumeno manto eclesial que invadió su papado. Pero no es la única vez, el solsticio de verano, el de invierno y todas las fiestas paganas  han sido sustituidas por celebraciones eclesiales para quitarles todo el vestigio de laicidad que tenían, rogándose el mérito de una celebración popular como suya. Espero que a partir de ahora esta alcaldesa dé comunión diaria entre los templos como lo hacía el caudillo, bajo palio.