La invisibilidad

En este país, por regla general, somos contrarios a explorar el idealismo como una potencia de la sociedad y solemos obviar las utopías como máquinas de producción de resultados reales. Quizá por eso, cuando allá por los setenta, en plena crisis del petróleo, en España comprábamos coches a plazos para ir las playas llenas de suecas o cuando desde el seiscientos gritábamos “¡adiós, Bahamonde!” a algún ciclista atrevido, en Copenhague ya se realizaba la peatonalización del centro de la ciudad y en toda Dinamarca se implantaban políticas medioambientales para disminuir las emisiones de CO2, desarrollando una nueva forma de transporte urbano: la bicicleta, que hoy usan los daneses de forma mayoritaria para los desplazamientos urbanos. Hay una multiplicidad de razones, debe de haberla, para que un país lleve más de 30 años inmerso en esta revolución verde apoyada con el acuerdo absoluto de todos los partidos políticos. Tiene que ser que se lo creen. Se creen, por ejemplo, que si Groenlandia llega a derretirse, ellos pueden desaparecer. Pero además, se creen que hay asuntos que están por encima de los intereses particulares. Tengamos en cuenta que en Dinamarca ningún grupo parlamentario ha obtenido la mayoría absoluta desde 1909, por lo que no han tenido más remedio que llegar a pactos y acuerdos para gobernar. Con este escenario ¿Se imaginan una ciudad danesa donde el tráfico de vehículos quedara constreñido en las avenidas del centro mientras las vías de un tranvía sin uso sirvieran como zona de estacionamiento permanente de la ciudad? Yo no. Pero lo peor es que en Jaén acabaremos por normalizar ese esperpento y nos sentiremos cómodos con la presencia fantasma del tranvía abandonado. En eso consiste la invisibilidad, en acostumbrarnos a la costumbre. A mí me pasa sin ir más lejos, con un desconchón en el techo de mi salón que he acabado por no ver. Pero creo que ha llegado el momento de abrir los ojos al entendimiento y ser generosos con el lugar que nos acoge; de romper etiquetas, de no ser contaminantes con nosotros mismos, con las ciudades, con las ideas, con la vida, antes de que el tiempo nos trunque en pedazos.

    15 jun 2015 / 12:33 H.