La invención de Hugo.-Gurús de la ilusión
Por Nuria López Priego
Como sostiene Antonio Muñoz Molina, 'en el cerebro humano hay inscrita una propensión a adorar a seres supremos y a conceder poderes milagrosos a ciertas personas y a ciertos artefactos'. Aunque no los tengan o los merezcan. Ocurrió con el actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Antes de que hubiera demostrado nada y mucho antes de que se intuyera que se saltaría a la piola los tiempos de la Justicia para aprobar el asesinato de Bin Laden, le cayó del cielo el Nobel de la Paz.

Como sostiene Antonio Muñoz Molina, 'en el cerebro humano hay inscrita una propensión a adorar a seres supremos y a conceder poderes milagrosos a ciertas personas y a ciertos artefactos'. Aunque no los tengan o los merezcan. Ocurrió con el actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Antes de que hubiera demostrado nada y mucho antes de que se intuyera que se saltaría a la piola los tiempos de la Justicia para aprobar el asesinato de Bin Laden, le cayó del cielo el Nobel de la Paz.
En política, él es el caso más notorio de esa búsqueda de “pastor” a la que tienden las masas de un mundo díscolo que avanza en la deriva de la entropía. Pero cada arista del poliedro de la historia del hombre propone sus ídolos. En el fútbol, hoy, son los Messi y Cristiano Ronaldo, como ayer lo fueron los Di Stéfano y los Cruyff. En la moda, son las diosas de ébano; en la pintura, genios del calibre de Picasso o de Leonardo da Vinci; en las letras, prohombres como José Saramago. Y, en el cine, locos encantadores y visionarios, como ese al que rinde homenaje Martin Scorsese en su última producción: el francés Georges Méliès.
Apoyándose en las tres dimensiones, el director de éxitos memorables como La Edad de la Inocencia, Casino o el documental No Direction Home, sobre Bob Dylan, abre la puerta a la magia del séptimo arte, tal y como la entendió el artífice del Viaje a la luna. Poco importa que la historia resulte forzada, que las emociones no calen lo suficiente y que le falte ritmo a los diálogos. La invención de Hugo es un ejemplo de ilusionismo sobresaliente. Lo avalan los Óscar que recibió el domingo, aunque lo más importante es su poder para dejar boquiabiertos a los espectadores y arrancarles ¡uaaaaaalas! tan intensos y veraces como los del niño del anuncio de Petit Suisse. Esas son las mejores condecoraciones para una película que, protagonizada por un siempre solvente Ben Kingsley, es una lección magistral de historia del cine.
La invención de Hugo
Director: Martin Scorsese
Protagonistas: Asa Butterfield, Ben Kingsley, Chloe Moretz