La indignación de dos escultores ubetenses
Son indignados del arte. Los escultores ubetenses Ramón Garrido y José María Hurtado fusionan sus habilidades para crear el grupo “Uno por Uno en Uno”. Su primera exposición conjunta la inaugurarán, el próximo jueves, coincidiendo con la reapertura de la galería La Muralla, en Úbeda. La muestra se titula Artos de Harte. Las faltas de ortografía, como es de suponer, son adrede. Es una forma de expresar su indignación con “la corrupción generalizada y el estado de sufrimiento de la población civil”. Como no reciben ningún tipo de subvención ni de mecenazgo, los dos escultores van por libre y, lo que es mejor, se sienten libres. Eso, en su caso, es una ventaja, a la que se suma que Ramón Garrido es propietario de La Muralla. “Queremos que nuestro arte sea independiente de todos los poderes fácticos. Hacemos una obra de vanguardia y, tanto José María como yo, nos inspiramos en el sufrimiento real de la existencia”, aclara Ramón Garrido. Su proyecto no se limita solo a una exposición entre cuatro paredes. Hay más.

“Queremos acercar nuestras obras a la gente, al mayor número de personas posible. Para ello, coincidiendo con la Semana Santa, sacaremos una instalación a la calle. La pondremos delante de la iglesia de El Salvador y otros espacios públicos”. La instalación a la que se refiere Ramón Garrido se titula El monecillo y dos más. Tres elementos que él, que además de escultor es arquitecto, considera un número, el tres, cargado de simbología y, entre ellas, forman un triángulo equilátero. Las figuras que la integran son un monaguillo (monecillo) de escayola policromada con una hucha, un carrito de un supermercado y una mecedora. Ramón Garrido desvela la simbología de los tres elementos, en los que está representada la sociedad actual: “Hacemos una reflexión sobre el sufrimiento que vive la sociedad como consecuencia de la corrupción y de la crisis que estamos padeciendo”. El monecillo que hace una colecta popular, dice, “representa el poder corrupto y el ansia de poder, de ser y de tener, que el político corrupto aprovecha para sí en nombre de la libertad y de trabajar por los demás”. El segundo elemento, el carrito de un supermercado, símbolo del consumo, se muestra aquí como un icono de la mendicidad, marginación e indigencia suprema. El tercer elemento, la mecedora, representa a la ciudadanía en general. “Es la población que tiene ganas de trabajar y ansias de desenvolverse profesionalmente, pero que, por culpa de un sistema político y social que nos ha llevado a una crisis tan deplorable, no puede desarrollar sus aspiraciones”. El escultor aclara que el objetivo de la instalación es que el espectador, que es un sujeto pasivo, se convierta en uno activo. “Este proyecto permitirá también que el arte actual se fusione con el clásico”, apostilla Garrido.