La historia de Óscar

La senadora socialista chilena Isabel Allende ha autorizado que se exhume de nuevo el cadáver de su padre, el malogrado presidente democrático de Chile Salvador Allende. Un juez especial ha ordenado dicha exhumación, con el beneplácito de la familia, para aclarar la causa del fallecimiento ocurrido aquel infausto 11 de septiembre de 1973. La familia, al igual que numerosos allegados y antiguos colaboradores del Presidente Allende, está convencida de que éste se suicidó.

    07 may 2011 / 09:21 H.

    Incluso uno de sus médicos personales, el doctor Patricio Guijón, declaró ser testigo casual del disparo fatal, cuando volvió tras sus pasos a recoger una máscara antigás. Hablando de personas cercanas a Allende, la vida me ha regalado la oportunidad de conocer a una de ellas. El doctor Óscar Soto, un prestigioso cardiólogo chileno, compartió muchas horas con él y su familia, e incluso le acompañó en algunos viajes internacionales, en los que trabó relaciones con personajes como Fidel Castro. Su propia familia abandonó Chile en el mismo avión que llevó al exilio a la ya viuda de Allende. Cuando el presidente ordenó a sus hijas abandonar La Moneda, cuando ya todo parecía irreversible, una de ellas le entregó la pistola que estaba utilizando contra el asalto golpista. Su historia, más allá de aquellos hechos, representa una encarnación viva de la adversidad del exilio. No sólo él acabó en España como refugiado, tras mil vicisitudes, sino que su propia familia política, de origen andaluz y, además, emparentada con el presidente y médico Juan Negrín, también tuvo que refugiarse en el extranjero, tras la Guerra Civil española. Como en una broma cruel de la vida, que daría para mil relatos imprescindibles, él y su familia se vieron envueltos, en el trágico teatro de sombras del siglo XX, en exilios de españoles en Chile y de chilenos en España. El doctor Soto escribió hace unos años un apasionante y triste libro, que tituló “El último día de Salvador Allende”, en el que relata, con la legitimidad de ser uno de sus protagonistas directos, lo que ocurrió en La Moneda aquel fatal y lluvioso día en el ocaso del verano de 1973. Él confirma la versión del suicidio de Allende, y escribe que “los que le conocimos sabíamos con certeza que el presidente no iba a abandonar el país, pero tampoco iba a ser prisionero de los golpistas”. “Siempre lo dijo, sólo muerto saldría anticipadamente de la Presidencia, cargo para el cual había sido democráticamente electo”. Como escribió Martín Pallín en el libro de Soto, la historia, algunas veces, hace justicia a sus protagonistas. El recuerdo de Allende, exhumar de nuevo sus restos, es tener la memoria suficiente para aspirar a un futuro digno. Pero también hay que hablar de personas como Óscar Soto, ese ser humano que rebosa tanta humanidad como compromiso. De esos azares de ida y vuelta, ese pasado chileno y español que forma parte insoslayable de nuestra propia historia. Un diálogo con nuestro ayer, para reconocernos en una democracia de personas libres que no deben olvidar.

    Gonzalo Suárez es abogado