02 nov 2015 / 11:56 H.
La hermandad global existe, sí, pero no la que pensamos, no, esa que reclamamos y que surge de la conciencia que nos une, sino otra muy distinta que se camufla desde la sombra. “Hermandad” que conspira desde las altas esferas, pero no para la libertad y la democracia como se nos dijo, sino para nuestro mejor sometimiento a sus dictados, de “control”. Un “control” que sabemos no une, pues está organizado para separar, sino que crea conflictos. Donde no los hay. Este poder con minúsculas (lo pongo así para distinguirlo del auténtico Poder, que cada uno de nosotros tenemos y al que la inmensa mayoría renunciamos), desde la Escuela trata de homogeinizarnos para mantenernos así inconscientes de quienes somos y de nuestros talentos. De esa manera, además, nos hacemos más dóciles y manejables, mucho más moldeables a sus propósitos. Que no son los nuestros, por cierto, sino los de esa élite, o “hermandad global” si quieren, que mueve las fichas, que promueve las políticas “globales”, la que está siempre por encima y maneja los hilos de nuestros estados.