La hermandad de la buena suerte, del blog Palabra Perdida

Había caballo, un auténtico pura sangre, la fecha para la gran copa electoral cada vez más cerca, pero faltaba el “jockey”. El dueño de la cuadra escuchaba a unos y a otros y entre silencios recordaba dolorosas derrotas, victorias pírricas o de balcón. Desde la distancia, observaba la evolución y el nerviosismo de los candidatos, las maniobras para preparar el terreno. Cuando la tarde caía, y la fecha de inscripción se cerraba, tomó, otra vez, la decisión correcta. Juan Manuel Moreno Bonilla sería el flamante jinete que cabalgaría a lomos del exitoso caballo “Popular”.

Prestigioso corcel con un palmarés repleto de victorias recientes, sin parangón, pero que siempre tropieza en la misma piedra en territorio andaluz. Desde el otro lado del hipódromo, Susana Díaz, con la mano en el corazón, pedía, demandaba, exigía, semanas antes, un rival de altura para las elecciones. Sonaba tan sincera como una disculpa entre Pepe y Diego Costa, pero todo sea por el juego limpio. Rajoy, verdadero tahúr en eso de las quinielas y el azar, se tomó su tiempo y, al final, alzó el dedo. En este punto este cronista duda en cómo denominar el proceso “dedazo divino”, “primarias internas” o “un volunto”. Tomada la decisión, prietas las filas bajo supervisión expresa de Dolores de Cospedal, argumentario de teleoperador, sonrisas, amigos para siempre y a construir un rápido consenso. Metáforica imagen de cómo se modelan los liderazgos políticos. Como en “La hermandad de la buena estrella” de Fernando Savater, todos buscaban al protagonista, la fortuna, la suerte de los elegidos mientras sus fantasmas particulares les perseguían. Dicen que no hay vencedores ni vencidos, pero los que se creían que apostaban a caballo ganador, canturrean por Quique González: “Se ha caído el jockey del caballito, tú quédate aquí, yo tiro...”.