La herida del caso Tidiany duele otra vez en Villacarrillo

En Villacarrillo hay un run run desde que se supo de la desaparición, en plena campaña de recolección de la aceituna, de un temporero africano que, al parecer, había discutido con su patrón. El motivo, según declaró un familiar y amigos, que quería cobrar un jornal, como todo el mundo, y no trabajar a destajo. Pero la inquietud colectiva estaba dormida, cada vez eran menos los comentarios sobre el ausente, Tidiany Coulibaly, un jornalero de Malí, de 22 años. Los cinco meses transcurridos desde que se le perdió la pista, el 17 de diciembre de 2013, “obraron el milagro”.

08 may 2014 / 22:00 H.

Así estaban los vecinos hasta que Diario JAÉN adelantó, en su edición del jueves, que el hijo del patrón había sido detenido como sospechoso por su relación con estos misteriosos hechos.
De las ocasionales preguntas sobre el paradero del maliense, ayer, se pasó, otra vez, a devorar el periódico y comentar los hechos en cafeterías, en trabajos y en el mercado de abastos. Los comerciantes, porque, curiosamente, comparten edificio con los juzgados de la ciudad, fueron de los pocos testigos de cómo entraba esposado el hijo del patrón y de cómo, tras declarar ante la magistrada Antonia Torres Gámez, se esfumaba discretamente. Se fue ya libre, aunque imputado por detención ilegal, un delito contra los trabajadores y desobediencia.
Sobre este avance de las investigaciones, hay opiniones de todo tipo. Están los que creen en la inocencia del hijo del empresario, los que opinan que se veía venir y los que, directamente, no hablan porque creen que la cuestión “es muy delicada”. Cunde también una sensación de que no tiene lógica la situación y que cualquier desenlace es posible.
El alcalde, Julián Gilabert, admitió que, de no ser por este periódico, no hubiera conocido este avance de las investigaciones, a cargo de la Policía Judicial de la Guardia Civil. “Está decretado el secreto de sumario, no estoy al tanto de lo que se averigua”, recordó. Solo le quedó desear que, cuanto antes, se conozca con detalle todo lo ocurrido a finales del año pasado, confiar en la Justicia y en las Fuerzas del Orden y, algo más: confía en que nadie pierda los nervios.
Y es que en este municipio, de 11.263 vecinos censados, el “caso Tidiany” tiene dos vertientes. La primera, la obvia, la preocupación sobre la vida de un hombre joven, que vino a España a buscarse la vida, y que nadie sabe dónde está. La otra, retrotrae a los villacarrillenses al 6 de enero de este año y a las 48 horas posteriores. El recuerdo de lo ocurrido la pasada festividad del Día de Reyes es visto como un “azote” para la imagen local. Hubo una manifestación, de más de un millar de personas, compatriotas de Coulibaly, y extranjeros de países de ese continente. Muchos de ellos acusaron a los ciudadanos de Villacarrillo de racistas; como españoles, les criticaron no poner interés alguno en la localización de este jornalero; para colmo, este numeroso grupo causó destrozos; mantuvo cortada la carretera N-322 y protagonizó un acoso, en toda regla, a la Guardia Civil, que tuvo que refugiarse en el cuartel, literalmente. “Una chica fue llamada puta por los manifestantes y tuvo que buscar refugio”, recuerda un testigo. También se denunciaron agresiones y destrozos en coches y comercios.
El 8 de enero, sin permiso alguno y con explícita oposición del Gobierno local y la Subdelegación, se organizó una “contramanifestación”. El propósito era hacer una llamada a la calma, dejar claro que los villacarrillenses no están contra nadie, sea blanco o negro, y que, como cualquiera, tienen interés en que aparezca el maliense. No salió todo lo bien que se esperaba. Un grupo escaso de villacarrillenses aprovechó para lanzar proclamas contra los inmigrantes, que fueron retransmitidas por las televisiones que seguían la noticia; lo que dio lugar a acusaciones de xenofobia que todavía escuecen.