La herencia de una huella imborrable

Carlos Martínez y Jesús David Roldán, futbolistas del Fuconsa Jaén FS, nos dejaron de manera repentina en menos de un año.  Estos dos jóvenes siempre serán recordados por cómo eran a nivel personal y deportivo. Sus familiares, amigos y el fútbol sala jiennense hablan de ellos con cariño y admiración.

    10 sep 2010 / 10:06 H.

    Hace casi once meses, el joven de 19 años Carlos Martínez fallecía en su casa tras una parada cardiorrespiratoria. Dos meses y medio antes, había fichado por el primer equipo del Real Jaén FS. Pedro Ortega, director deportivo del Fuconsa, se lo trajo procedente del Atlético Jaén, su anterior club. “Tenía un futuro prometedor. Poseía un físico impresionante, con mucha corpulencia. En resumen, un diamante en bruto”, manifiesta Ortega, que inició al jugador en el mundo del fútbol.
    Una envidiable zurda hacía de Carlos un futbolista imparable que provocaba dolores de cabeza entre sus rivales. Sus portentosas condiciones dejaban entrever a un gran jugador. Además, su amor por el fútbol sala se traducía en un comportamiento ejemplar con todo el mundo. “Carlos se comportaba de manera modélica. Respetaba a sus entrenadores y compañeros. Era una excelente persona”, asegura el gerente del Fuconsa, que conocía al joven desde su época de benjamín, en la que fue su técnico en el Atlético Jaén. Con Ortega se proclamó, pocos años después, campeón de España de clubes en categoría alevín. Pero los éxitos deportivos de Carlos no acabaron ahí. En cadetes, consiguió el Campeonato de España con la selección andaluza. “La temporada pasada lo echamos mucho de menos, fue un chico que nos marcó para siempre”, lamenta Ortega.
    Como gran aficionado al deporte, Carlos estaba matriculado en la carrera de Magisterio de Educación Física, aunque su intención era cambiarse a la de INEF en cuanto le fuera posible. Su hermana mayor, Tamara Martínez, rememora cómo el fútbol era la pasión más grande del joven. “Su equipo favorito era el Barça y su ídolo Hristo Stoichkov”, señala. Sentía tanta admiración por el búlgaro que, para emularle, cambió su pierna natural —de diestro pasó a ser zurdo— a base de chutar con la izquierda contra la puerta del salón. Y sólo tenía 3 años. “Mi hermano era una persona tranquila, pacífica y con buen carácter. Tenía mucha madurez y siempre aprovechaba la vida al máximo”, recuerda Tamara emocionada.
    A finales de julio, nueve meses y medio después del fallecimiento de Carlos Martínez, Jesús David Roldán perdía la vida a los 17 años cuando se encontraba bañándose en una piscina. Jesús Navarro, persona muy cercana a la familia, recuerda con cariño a Jesús David. “Mis hijos eran sus amigos desde los seis años. Siempre iban juntos, por lo que Jesús David era como un hijo para mi”, afirma. Navarro, quien además es gerente, delegado y entrenador de los juveniles del Fuconsa Jaén FS, se muestra orgulloso cuando habla de las características del jugador, que militaba en el Fuconsa de categoría juvenil. “Su progresión deportiva avanzaba a pasos agigantados. Lo consideraba mi portero de referencia y estábamos muy atentos a sus evoluciones porque mostraba muy buenas maneras. A todos los entrenadores que lo llevaron les llamó la atención su educación y el respeto por sus compañeros”, expresa.
    Jesús David se inició como portero en el Vandelvira. Su vocación por este puesto le vino de muy pequeño. El primer día que fue a entrenar, siendo prebenjamín, le preguntaron: “Jesús, ¿tú de qué quieres jugar?”. El chico se volvió, miró al entrenador y dijo: “Yo, de Iker Casillas”. Y es que el capitán de España era su ídolo. Cuando era cadete de segundo año, pasó al Atlético Jaén, donde jugó en la Andaluza. Tras una breve vuelta al Vandelvira, fichó por el Fuconsa para empezar una nueva etapa, ya como juvenil, a las órdenes de Jesús Navarro. El club contaba con él esta campaña para la confección del equipo. “Todavía no he sido capaz de borrar su nombre de la lista”, comenta su entrenador.
    Jesús David era un gran estudiante. De hecho, nunca suspendió una asignatura. “Estar en un equipo le sirvió como disciplina para el estudio. Su vida era el fútbol, pero tenía claro que antes de ir a entrenar debía hacer los deberes”, afirma Teresa Sánchez, madre del joven. Jesús David era también un aficionado al baloncesto, deporte que practicaba habitualmente en su casa, y a El Canto del Loco, su grupo de música favorito. Teresa habla de su hijo como un chico risueño, al que no le gustaba ver a la gente triste. “Solía sonreír y gastar bromas a quien veía apenado”, recuerda la persona que más complicidad tenía con él. “Su padre se ponía un poco celoso, ya que cuando tenía algún problema con la novia, siempre acudía a mí”, comenta.
    Dos magníficos deportistas y excelentes personas. El entorno de estos adolescentes, cuyas vidas se truncaron en un instante, se enorgullece al recordarlos. Y del mismo modo deben sentirse ellos, allá donde estén, al ver lo queridos que son por aquellos que, cada día, echan en falta su presencia.
    Manuel Alonso / Jaén