La gastronomía de ayer y hoy

El “perfil” de Facebook”, la aplicación en el móvil para seducir al público desde plataformas digitales, la venta “on-line”. Todos los canales de comunicación que ya son comunes para los negocios también llegan a quienes aún apuestan por la gastronomía artesanal. Poco a poco y sin distorsionar la esencia de los que basan su trabajo en la presencia física. Hay todavía en Jaén profesionales que abogan por oficios, quizá, de otro tiempo. Algunos se dedican a un sector que ahora, en el umbral de la Navidad, puede ser rentable: el alimentario.

06 dic 2015 / 09:37 H.


Antonio Egea Bonilla, “Toni”, es castañero. Nació en Jamilena hace treinta y ocho años. Su “oficina” es la Plaza de la Constitución de Jaén capital. “Desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche”, dice. A su puesto se acerca un público que comprende desde mujeres mayores hasta menores que lo observan trabajar en una céntrica zona muy transitada. “En verdad hago esto desde hace cinco años”, explica a este periódico mientras faena.
Ana Bonilla y Antonio Egea trajeron al mundo al castañero jiennense. “Ellos sí que se dedicaron a este oficio más tiempo. Yo soy la segunda generación. Aprendí gracias al esfuerzo de mis padres. Recuerdo que, los primeros años, nos centrábamos en la Feria  de San Lucas. Después teníamos que buscar otros mercados y festejos, porque antes no existía la posibilidad de tener un puesto como el mío”, manifiesta.
Manuel Pérez León tiene cuarenta y ocho años. Vende un producto que está asociado a la Navidad, el turrón. A Pérez no le hacen falta anuncios en la televisión ni publicar “estados” estridentes en un perfil de Facebook —que, por cierto, no tiene—: el artículo que comercia es parte del espíritu navideño. “Ahora estoy haciendo mercado. Mañana [por hoy] estoy en Lucena (Córdoba).  El miércoles voy a Fuensanta. Ahora se vende algo, no es que sea mucho más, porque los mantecados están en todos los sitios”, cuenta. “Gano más en la campaña de verano, que es desde abril hasta mediados de octubre, que en la de Navidad. El otro día, en La Bobadilla, conseguí sesenta euros,” celebra el comerciante.
Pérez dice que él es turronero desde que nació. ¿Y esa cuestión casi genética de su oficio hará que este sobreviva? “Yo creo que la profesión se acabará. Mi hija es científica. Tengo un varón que trabaja en una fábrica de turrón”, señala. “Pero creo que conmigo se acabará la estirpe”, subraya.
Pérez y Egea son ejemplos de profesiones a las que parece llegarles “el fundido en negro”. “Lo nuestro es duro. Pasas frío y hasta hambre”, sentencia el castañero.