La fotografía digital como oficio
Tuvo el corazón metido en un puño durante los interminables días que duró el incendio más grande que se recuerda en la provincia. Desde la piscina en la que disfrutaba de un apacible verano veía cómo caían las cenizas sobre su cabeza y, en la oscuridad de la noche, el cielo rojizo y el asfixiante calor dibujaban una escena de terror en el ambiente.

Julia Gallardo Leiva no podrá borrar de su mente las escalofriantes imágenes que vivió en Larva. El pueblo en el que nació hace treinta y ocho años está desconocido. La desaparición de rincones en los que ella paseó o, simplemente, se deleitó con su mirada duele más cada día que pasa. Allí están sus raíces y no puede remediar la tristeza cuando se produce un ataque a su tierra.
En sus calles pasó una infancia feliz. Las puertas de las casas abiertas de par en par, la cercanía de la gente y los juegos de sol a sol forman parte de su álbum de los recuerdos. La cuarta de cinco hermanos, tuvo oportunidad de estudiar y, en cierto modo, lo intentó. Lo que ocurre es que, después del sacrificio que supuso para los adolescentes de aquella época ir y venir a Jódar en un autobús de línea, decidió dejar el instituto justo antes de dar el salto a la Universidad.
Fue en ese momento cuando un hombre, convertido hoy en su marido, se cruzó en su camino. Aprovechó la oportunidad que le brindó la vida y, respaldada por su familia, dio el salto a la capital en busca de su primer trabajo. No fue difícil. Buena mujer, activa, trabajadora y con un desarrollado sentido de la responsabilidad, encontró su sitio en un supermercado en el que se mantuvo hasta que ella quiso. Tuvo que vencer la timidez que la caracteriza y aprender a tratar al público sin cortapisas. Sin embargo, una vez superado ese mero trámite, el resto fue coser y cantar.
Llegó el día en el que Julia Gallardo sintió la necesidad imperiosa de introducir un cambio en su trayectoria laboral. Le gustaba su trabajo, pero romper con la rutina y la monotonía era algo más que un deseo. Fue entonces cuando su familia política le sirvió en bandeja la posibilidad de entrar en su propio negocio. Se trata de Fercolor, un establecimiento dedicado a los reportajes sociales de reconocido prestigio en Jaén. Dirigido por su marido y su cuñada, realizan todo tipo de fotografías y vídeos, en cualquier lugar que se preste, especialmente de bodas, bautizos y comuniones. Vive ilusionada con lo que hace y no ceja en su empeño de reciclarse cada día en un sector en constante renovación. El retoque fotográfico es su fuerte. Le encanta hacer malabares con el ordenador para dejar las instantáneas perfectas. Madre de dos hijas a las que adora, aspira a hacer honores al refrán “Virgencita, que me quede como estoy”.