La fotografía como estilo de vida

Internet fue para él todo un descubrimiento, una revolucionaria apertura al mundo que marcó un antes y un después en su trayectoria. Fue de los primeros vecinos de Huelma en adquirir un ordenador y de los pocos que sabían manejarlo cuando este artilugio de lujo irrumpió en las casas de los jiennenses.

12 ago 2015 / 08:56 H.

La fotografía se convirtió en la excusa perfecta para aprender, de forma autodidacta, a manejar una herramienta convertida hoy en el pan nuestro de cada día. Gabriel Martínez González está acostumbrado a asomarse por el visor de su cámara para captar las más bellas imágenes que encuentra a su paso. Lo hace desde que tiene uso de razón, primero como una afición y, después, como un estilo de vida.

Nació hace cuarenta años en el seno de una familia numerosa que situaba los valores del trabajo y el respeto en lo más alto del escalafón. Un disgusto le dio a sus padres cuando, nada más terminar el Bachiller, decidió abandonar los libros para estrenarse en una carpintería. Fue la época en la que el auge de la construcción permitía la proliferación de empresas en Sierra Mágina. Se sentía bien barnizando muebles de cocina hasta que, un buen día, las nuevas tecnologías le dijeron “ven” y él, como la canción, lo dejó todo. Corrió la voz en la comarca de que un joven del municipio huelmense era experto en programación informática de todo tipo hasta que una firma situada en Cambil llamó a sus puertas y lo fichó. Fue entonces cuando adquirió sobrada experiencia en la instalación de redes inalámbricas.

Lo que ocurre es que la fotografía, de nuevo, forzó un cambio de rumbo. Su pasión por ella lo animó a convertirse en hombre emprendedor en su tierra con un estudio fotográfico que, a la postre, no cumplió con sus expectativas. Una oferta de trabajo en la Institución Ferial le hizo dar el salto definitivo para encontrar su verdadero sitio. Cinco años lleva al frente de los servicios técnicos y audiovisuales de un lugar en el que se celebran grandes y pequeños acontecimientos de ámbito, incluso, internacional. Supone la guinda del pastel de un recorrido laboral en el que trata de reciclarse cada día para estar a la altura de las circunstancias.

Gabriel Martínez vive su etapa dorada en lo profesional y en lo personal. Está casado con una mujer que lo tiene todo para él, presume de tres hijos que son su mayor tesoro y su trabajo le permite vivir en un marco incomparable: Huelma. Sus rincones le invitan a perderse con una cámara en el hombro para inmortalizar estampas de la naturaleza que, algún día, expondrá al público. Le gusta enseñar lo que sabe hacer y, de forma altruista, ejerce de maestro de la fotografía en su tiempo libre. Así es feliz.