La Fiscalía de Turín investiga un fraude con el virgen extra

Se investiga si hay fraude a la calidad del aceite, algo que no beneficia nada a la reputación del producto. La Fiscalía de Turín estudia la documentación y los productores de siete empresas que venden aceite en Italia por un presunto fraude o, lo que es lo mismo, por embotellar zumo de aceituna virgen y decir que era “extra”. Las pesquisas comenzaron después de que el periódico “Il Test” explicara que se analizaron 20 botellas de aceite de oliva en el laboratorio químico de la Agencia de Fronteras de Roma y 9 no tenían los estándares de calidad que se decían en la etiqueta.
Según informa la prensa italiana, las empresas investigadas son Carapelli, Santa Sabina, Bertolli, Corcelli, Sasso, Primadonna y Antica Badia. No obstante, Bertolli, Sasso y Carapelli son marcas estrella del Grupo Deoleo, que también posee Carbonell, Koipe y Hojiblanca, entre otras. El ministro de Agricultura de Italia, Maurizio Martina, avisa de que el Gobierno sigue con atención la investigación porque puede dañar a un sector estratégico para la economía del país transalpino.

14 nov 2015 / 09:40 H.


Por otro lado, Deoleo garantiza a los consumidores que los productos que comercializa respetan los “más elevados estándares de calidad” y cumplen las más estrictas normas en vigor, según informa la firma en un comunicado. Además, la empresa recalca que cumple de “manera estricta” todas las leyes y requerimientos legales en materia de seguridad alimentaria en todos los países en los que opera. Respecto a la investigación de la Fiscalía de Turín, la multinacional española de alimentación explica que el análisis físico-químico del laboratorio de Aduanas de Génova muestra que sus productos están dentro de la norma de los aceites de oliva virgen extra que establece la legislacion italiana. Deoleo subraya que la cata efectuada por la policía italiana es un análisis sensorial en el que un grupo de expertos valora simplemente el olor y sabor del aceite, e indica que las verificaciones efectuadas se basan exclusivamente en una prueba de cata.
Se abre el debate. Precisamente, la polémica de la cata, del cuidado del producto en la cadena de distribución, de su almacenamiento y de su exposición al público salta con fuerza. Las investigaciones sobre fraudes a la calidad —da igual que se demuestren o no— hacen un flaco favor al sector oleícola, ya que siempre una sombra de duda en un producto que debería merecer toda la confianza de los consumidores.
Los envasadores e, incluso, el sector cooperativo apuestan por una norma que disipe estas dudas, que pasaría por endurecer las exigencias químicas, aunque aquí los amantes de la cata y, por lo tanto, de la calidad a través de los sentidos —seña inequívoca de los buenos aceites— ponen bastantes reparos porque se podrían equipar algunos extras excelentes con otros que químicamente lo son, pero le faltan muchas cualidades. Este debate no es nuevo y, por ahora, no ha logrado el consenso, pese a que los fabricantes dicen que una mala manipulación en la tienda o en la distribución puede estropear el producto y ellos, en este caso, no son los responsables.