La figura del aforado

Se ha abierto un más que interesante debate sobre los aforados, más cuando se busca aforar al Rey abdicante de forma exprés. Vaya por delante que soy contrario a cualquier tipo de aforamiento jurídico. El aforamiento viene de la Edad Media donde los iguales solo podían ser juzgados por iguales de su mismo estrato social. Desde entonces apenas ha habido pequeñas variaciones. Se quejan los órganos de gobierno de los jueces, incluso el Fiscal General del Estado, del excesivo número de aforados en España. Pues bien, no cabe olvidar en este debate algunas cuestiones de gran importancia en este tema. De los casi diez mil aforados que hay, unos 2.500 son políticos, el resto, son sobretodo, jueces y magistrados. La justificación del aforamiento es que no pueda haber mala fe e intenciones oscuras para que se pueda poner una querella en función de la actuación que conlleva el cargo. Esto, en principio, no parece mal. Aunque la Justicia debe tener cauces para no admitir aquellas basadas en maledicencias y con turbias intenciones. Pero si analizamos en profundidad el asunto, dicho privilegio, tiene su lado positivo y otro negativo. El positivo, sin duda la existencia de castas que nos son iguales que el resto de ciudadanos, eso, al fin y al cabo, no deja de ser un privilegio. En el lado negativo que el aforamiento supone que solo pueden ser juzgados por un órgano de justicia superior, perdiendo así la posibilidad de recursos, como si disponemos el resto de mortales. Eso sí, los órganos superiores de la Justicia están compuestos por miembros en función de las mayorías parlamentarias; y, sin dudar de la profesionalidad de los jueces, no es del todo incierto el dicho popular de “ no morderás la mano de quien te da de comer”. Todo esto se solucionaría eliminando del ordenamiento jurídico la figura del aforado, sea ex rey, diputado, defensor del pueblo o magistrado. Países como Alemania o los Estados Unidos de Norteamérica no lo tienen y no pasa nada. Al contrario, el que todo el mundo sea igual ante la Ley es sano para la Democracia, si es que creemos en ella. 

    15 jun 2014 / 22:00 H.