La feria está triste

Él nació en la feria, creció —no mucho, es la verdad— en la feria, y se hizo hombre, se casó y creó una familia multitudinaria bajo los farolillos y las luces de colores de la feria. José Laza Fernández, un sevillano de Marchena, fue toda su vida feriante. Entre los “chinchimpús” y los puestos de turrón conoció a María de la Peña Amor con la se casó y tuvieron nada menos que 14 hijos. Los nietos ya ni se pueden contar, pues forman una legión. Yo conocí a Pepe hace ya muchos años, a través de su yerno Eusebio Contreras, otro feriante empedernido, casado con una de sus hijas, Cheli. Tomamos más de una copa juntos y me divertía con su espontaneidad y su irrenunciable fidelidad al Betis. A su Betis ni tocarlo. Pepe fue un hombre emblemático en todas las ferias, especialmente en las de Jaén, en las que se le podía ver cada día dentro o muy cerca de su atracción mecánica infantil “Blancanieves”. Para los feriantes fue una institución y todos le llamaban con cariño y respeto “el abuelo”. Hace no demasiadas fechas se cumplieron siete años de la muerte de su esposa, María de la Peña, una mujer admirable como esposa, madre, abuela y amiga, que había gastado su vida trabajando en las ferias y criando a su enorme prole. No puedo olvidar el día en que, en una pista de los coches locos, se celebró la misa funeral por el descanso eterno de su alma. En el recinto ferial de Jaén reinaba un silencio respetuoso, sólo roto por un murmullo de oraciones en aquella mañana soleada de primavera. La feria lloraba a María a la que adoraba. Hoy, la feria también está triste porque Pepe Laza ha dejado su peregrinar bohemio y trashumante para seguir el camino de su esposa. La feria vuelve a llorar, ahora por el que pudiera decirse que era su patriarca. Cuesta trabajo creer que un hombre tan pequeño y menudo pueda dejar un hueco tan grande. Y es que el abuelo era todo un símbolo. Él era la misma feria, a la que entregó su trabajo y sus sueños y en la que vivió feliz rodeado de los suyos que, además de su familia, eran todos los feriantes. Su muerte me ha calado muy hondo por el afecto que le tenía y por el dolor que sé ha causado a sus hijos y sus nietos. Mientras yo viva, no podré evitar que cada vez que pase junto a un pequeño carrusel adivinar su figura tocada con sombrero bajo el que destacaba su poblado bigote blanco. 

El Chascarrillo

Abuso eléctrico
—El presidente de la Agrupación de Cofradías dice que hay que trabajar para que crezca el número de hermanos de la luz.
—Falta hace, porque los de la luz no han tomado por primos.

23 abr 2014 / 22:00 H.