La familia, el aire para respirar

Que quede bien claro: Antonia Marín es nieta de Encarnación la Buñolera e hija de Adriana y Ramón, el de Hermenegilda. Esa es su tarjeta de presentación, que lleva con todo el orgullo del mundo. Quiere mucho a Mengíbar, municipio al que llegó con sus padres y una hermana cuando tenía solo cinco años, pero su pueblo es su pueblo.

13 jul 2015 / 10:02 H.

Allí tiene a sus tíos, sus primos, el resto de todos sus parientes. Recuerda Peal como un lugar cercano, en el que casi todos guardaban algún parentesco. Atrás quedaron aquellas jornadas en las que su padre se echaba la siesta en la Cámara Sepulcral de Toya cuando iba con las ovejas o la feria, que a ella le encantaba, porque se iba con su madre y su abuela a echarles una mano con los churros. “Me lo pasaba en grande”, comenta con nostalgia. Llegaron al nuevo pueblo el día de Nochevieja y pasaron el fin de año con una vela, porque no tenían luz en casa. Enseguida se mudaron a otra, al otro lado del pueblo. En los primeros tiempos eran frecuentes los viajes con sus padres, porque el jefe de la planta de gas estaba en Peal. Luego se fueron ya espaciando las visitas. “Mis padres tenían a toda la familia allí, pero aquí nos acogieron muy bien a todos”, asegura Antonia.

Disfruta con su empleo como muy pocos porque, precisamente, es mucho más que eso, y no se cansa de decirlo. “Me considero una privilegiada, me encanta levantarme para ir a trabajar, disfruto, me llena por completo, es una verdadera alegría”. Comenzó a trabajar en el Centro Ocupacional Villa de Mengíbar como personal de apoyo un 20 de diciembre de 2006. “Siempre digo que me tocó la Lotería, con dos días de adelanto, pero me tocó”. Es más, se siente hasta orgullosa de estar ahí empleada, hasta el punto de que confiesa: “Se me hacen largas las vacaciones”. Antes había formado parte durante diez años de la junta directiva de la Asociación Abriendo Camino, del municipio, así que ese mundo no le resultó extraño. Y, sobre todo, le encanta tener a su familia unida, así que siempre busca excusas para celebrar algo y reunirlos a todos. “Lo más importante es mi familia, esa es mi vida. Les estoy preparando a mis hijas un árbol genealógico para que sepan de dónde vienen. Por ejemplo, mi abuelo era de Cazorla, mi abuela de Peal…” Las dos están perfectamente arraigadas en Mengíbar, donde nacieron y se han criado, una de ellas regenta un centro de ocio infantil y otra trabaja en ayuda a domicilio, pero ella está empeñada en que no olviden sus orígenes. Ahora, además, tiene un motivo más para disfrutar y reunirlos a todos: su primer nieto.

“Mi padre tiene ahora 86 años, quiero llevarlo a Peal de visita y echar el día por allí, que pueda ver a su familia y, sobre todo, ir a mi antigua calle, que me acuerdo hasta nombre de todas las vecinas”. Ese es su pequeño gran reto a corto plazo. Ojalá pueda cumplirlo pronto.