La falta de cultura
Realmente no soy aficionado a los toros, pocas veces habré ido a una corrida. Pero por mi profesión de historiador tengo constancia de que las cosas no se pueden juzgar desde fuera. Aunque no me gusten las corridas de toros, estoy en contra de la extinción de una especie.
Creo que todas las personas antitaurinas deberían pararse a pensar qué están pidiendo realmente. Analizaré detenidamente la situación, si los ganaderos no pudieran sacar rentabilidad de la cría de este espécimen dejarían de tratar con el mismo, puesto que su manutención, para quién lo desconozca, es de un altísimo coste. Por lo tanto, esta especie se extinguiría, porque resulta evidente que nadie se dedicaría a criar toros por amor al arte. Por otro lado, quiero hacer hincapié en la espectacular vida que tienen estos animales en las dehesas, muy distinta a la de los pollos o demás animales de cría, que viven toda su vida enjaulados y mueren en cadena por una descarga eléctrica. Me resulta insólito que por el hecho de que no nos guste algo luchemos por su abolición sin valorar las consecuencias posteriores. No me gustan los toros, y seguiré sin ir a una plaza, pero mi cultura me obliga a respetar una tradición, sobre todo porque soy amante de los animales y no quiero pedir la extinción de una especie. Para finalizar, me gustaría recordar a todas estas personas que se manifiestan en las puertas de las plazas, que existen animales con una vida deplorable, infectados de hormonas de crecimiento, y que son consumimos a diario en los supermercados. Por ellos también pueden y deben luchar, porque si esos pollos tuvieran una vida magnífica pero murieran en una plaza, seguramente sí habría millones de manifestaciones en las calles. Parece que solo importa que sea una muerte pública, la calidad de vida parece algo secundario.