La estación de autobuses de Jaén dejará de ser tercermundista
Estamos de enhorabuena en Jaén si la estación de autobuses de la capital cierra definitivamente sus puertas para su remodelación en seis meses. La vergonzosa situación actual no podía sostenerse por más tiempo y clamaba al cielo una urgente intervención de las administraciones públicas, reticentes hasta ahora por miedo a un sector, el de los comerciantes, a quien siempre hay que tener en cuenta, obviamente, pero sobre el que no pesa la responsabilidad de la acción de Gobierno y, por tanto, su patronal, no debe responder ante los ciudadanos.
Las anteriores corporaciones municipales huyeron del problema, una estación de autobuses vieja, destartalada y sucia, inmunda en sus servicios, a la que nadie quería meter mano pese al cierre del hotel con antelación y premura. Ahora se ha hecho, con diálogo y con determinación, como corresponde a quien gobierna porque los ciudadanos esperan hechos y no tibiedades o miedos. Hasta la institución ferial se marcha provisionalmente la estación de autobuses, lo cual supondrá un engorro para los usuarios, acostumbrados hasta ahora a tenerla en el propio centro. Pero es la propia sociedad la que clamaba contra los deficientes servicios y la que se acostumbrará al autobús urbano o al servicio de taxi para acudir hasta la carretera de Granada.
Los empresarios del sector del transporte, los principales afectados por el traslado provisional, primero dieron el visto bueno a las obras y ahora se sienten satisfechos con las instalaciones que ha puesto a su disposición el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Andalucía. Todo sea por el bien de un espacio importantísimo para la ciudad, el de la estación de autobuses, que será remodelado expresamente en seis meses. Hacer las obras mientras seguía operativa la estación, como se llegó a pedir, es un atentado contra el raciocinio, que afortunadamente no se ha seguido.