21 ago 2010 / 09:09 H.
La donación de órganos es uno de los gestos más generosos y altruistas que puede realizar el ser humano. Una decisión no tan fácil como puede parecer en una primera apreciación, porque confluyen numerosos factores de índole emocional que son totalmente subjetivos y complejos. No es sencillo decidir qué hacer con la persona querida que acaba de fallecer, mucho menos aún, cuando se trata de fallecimientos por accidente o de manera imprevista que suponen un choque anímico enorme para los familiares que deben tomar la iniciativa. Siempre ha sido complicado dirigirse a los seres más cercanos al difunto en esos momentos y más aún convencerlos para que sean capaces de pensar en algo más allá del dolor que atraviesan en esas penosas circunstancias. En ese sentido, el equipo del Complejo Hospitalario de Jaén realiza un trabajo impagable, porque en lo que va de año el porcentaje de aceptación de las familias es del 86%, una cifra cercana al cien por cien. Desde enero han sido seis las donaciones que se han podido realizar (el pasado 2009 fueron un total de 14) y gracias a ello se ha podido salvar la vida a 24 personas necesitadas de alguno de los órganos de esos donantes. Puede parecer poco, pero ya es sabido que la idoneidad para poder donar depende en gran medida de que concurran una serie de factores en la muerte de la persona, cosa que no siempre sucede. Aquí hay que resaltar el trabajo de concienciación que se desarrolla no sólo desde el ámbito institucional, con campañas específicas que apelan a la solidaridad, sino desde asociaciones de enfermos que de manera callada y anónima realizan una función social de gran calado. En suma, hay que felicitarse por el alto porcentaje de familias altruistas que, pese a perder a una persona querida, se sobreponen a la pérdida y hacen que, de alguna manera, esa muerte tenga sentido.