La Divina Pastora no abraza a sus fieles por una inoportuna tormenta

La Divina Pastora de Almas no pudo abrazar a sus fieles, y eso que la procesión estaba programada para las siete de la tarde. La tormenta que arribó a la capital y que dejó lluvia obligó a suspender la cita. La imagen siempre es un reclamo para la ciudadanía, por las décadas de tradición que arrastra.

07 sep 2015 / 09:54 H.

Se truncó el itinerario, pero por la mañana se llevaron a cabo actos para ensalzar su figura por parte de la hermandad. A primera hora se produjo la salida desde la basílica menor de San Ildefonso, con gallardete y banderas, en un desfile corporativo hacia la casa de la abanderada primera, Paloma Martínez Martos, donde se obsequió a los cofrades con un desayuno. A continuación se desarrolló la eucaristía en la sede de la hermandad, oficiada por Pedro Ortega y Francisco Carrasco.
Sin embargo, una de las citas más esperadas fue el concurso de revoloteadores de banderas, que congregó a alrededor de doscientas personas en la Plaza de San Ildefonso. Los cohetes y los tambores anunciaron que la tradición comenzaría mientras se sucedían las alabanzas hacia la Divina Pastora. El primer “valiente” tomó el mástil de la bandera por la que se procedería al revoloteo e iniciaría la primera de las dos vueltas de las que constó el certamen.
Durante más de treinta minutos y a las puertas del templo, una veintena de hombres —de distintas edades, constituciones corporales y poderíos— aireó el estandarte con lazos de varios colores en un pequeño “baile”. Los presentes formaron un círculo en torno a los protagonistas, lo que evidenció cierta aureola de solemnidad y respeto, pero también de festividad, pues al término de cada ejercicio se recompensó al participante con unos aplausos.
Cada uno de ellos “dio la alternativa” al siguiente con un beso fraternal y se creó así un vínculo afable en la comunidad. El redoble de tambores acompañó a los gestos de los concursantes, que alternaron sus movimientos con velocidad, altura y zarandeos de la enseña para alegrar a los pequeños y mayores que se acercaron a la soleada plaza. Los tres jueces, los consiliarios Francisco Martínez y Miguel Hernández y el vicepresidente de la hermandad, Manuel Castellano, dictaminaron a los tres primeros clasificados mediante un sistema de puntuación sobre diez (cinco puntos por cada vuelta) en la que se calibraron aspectos como el revoloteo a una mano, la horizontalidad de la bandera y la velocidad de temple (la excesiva velocidad resta puntos). José Enrique Solas, secretario general de la cofradía, advirtió de que los participantes soportan un peso de entre treinta y cinco y cincuenta kilogramos entre el mástil y la gravedad. El ganador del concurso fue Francisco Peragón, fabricano general, con ocho puntos, y le siguieron Miguel Hernández (7,5) y Juan Ignacio Martínez (6,5). Todos ellos recibieron un trofeo conmemorativo. Al resto de participantes se le obsequió con una botella de vino, por lo que todos quedaron contentos en una jornada que acabó encapotada por las nubes del cielo jiennense.