La dignidad hundida
Resistir por resignación es cansino y triste, ese 'no nos queda otra', y aunque cuesta trabajo sonreír, hay que vivir como sea. ¿No queda otra? Ves empobrecerse a la gente a tu alrededor y degradarse su día a día en detalles que antes no teníamos en cuenta. Si el progreso se mide por el consumo, tenemos en buena medida la razón de la crisis, porque las clases populares y trabajadoras, en donde han notado los hachazos, ha sido a la hora de comprar comida, ropa o algún accesorio. Ni que decir tiene que también necesitan una casa para vivir, no áticos de lujo.
Eso no son especulaciones financieras. Sin embargo, nosotros pagamos el agujero que han dejado los piratas. El sistema capitalista se nutre del empeoramiento de las condiciones de vida de los menos favorecidos, a la vez que corroe los estados de ánimo: nos vamos haciendo peores, quemándonos por dentro, y la dignidad va hundida por los suelos. Ni hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ni ahora debemos pagar los platos rotos, aunque asintamos estoicamente y resistamos sin guía ni rumbo. Por un lado escándalos de corrupción de los poderes fácticos y la derecha, que usurpan el fruto de nuestro trabajo, y desintegración del pensamiento de izquierdas y el PSOE, única esperanza real y posible para moderar las ansias y avaricia de los bancos. Por otro frenar el desmantelamiento del Estado del Bienestar y proteger a los ciudadanos, pues cada vez nos vamos pareciendo más a siervos. Si no es esta la solución, ¿cuál puede ser?
Escritor
Juan Carlos Abril