La difícil tarea de controlar el fraude laboral en los tajos olivareros
Complicada tarea la de poner puertas al campo, o lo que es lo mismo, controlar las condiciones de trabajo en los tajos. Pero no por ello menos necesaria, es más, imprescindible. Al condicionante físico de la extensión infinita de hectáreas de olivar repartidas por la geografía provincial se une la ya denunciada deficiencia de medios humanos, lo que dificulta la labor de inspección en los tajos.
Hasta hoy, se perseguía especialmente a quienes trabajaban sin contrato laboral o bien sin permiso de residencia. Ahora, sin embargo, se pone el foco de atención en los parados, que a pesar de encontrarse cobrando la prestación por desempleo acuden a diario a los tajos. No se trata de un cambio en la normativa, sino de la realidad social. Y es que la crisis lleva al campo a muchas personas que nunca antes habían tenido esa necesidad para salir adelante desde el punto de vista económico. La campaña acaba de generalizarse hace menos de una semana, después de la tradicional Fiesta de la Aceituna, el pasado martes, en la ciudad de Martos. La actividad en los tajos no ha hecho más que comenzar y, según los cálculos, se espera que sean alrededor de doscientas las explotaciones oleícolas que reciban la visita de alguno de los once inspectores y doce subinspectores cualificados para dar el visto bueno a las condiciones laborales. Desde la Administración parece que no se atiende la queja sindical de la falta de inspectores, una situación que se repite desde hace años pero que en este cobra especial importancia, ya que se castigará de manera expresa a los empresarios que den jornales a quienes se encuentren cobrando el paro. Una actividad tan generalizada como consentida en campañas anteriores. Siempre se ha visto como algo “normal” y es contra esa inercia contra la que es especialmente complicado luchar, aún más cuando los medios no son lo espléndidos que debieran.