26 jun 2014 / 22:00 H.
La Roja no solo se empeñó en decepcionarnos jugando al fútbol, sino que también lo quiso trasladar al ámbito personal. Por esta razón, jugadores, cuerpo técnico y la tan poco transparente directiva decidieron que iban a pasar por completo de las varias decenas de aficionados que, a pesar del ridículo en Brasil, sacaron fuerzas e ilusión para ir a recibirlos al aeropuerto madrileño y eligieron salir directos del avión a sus coches. No se sabe si lo hicieron por vergüenza; porque esperaban a cientos de personas pidiendo sus cabezas a su llegada a Barajas, o simplemente porque pasan de todo y pueden permitirse terminar de defraudar a los pocos aficionados que aún confiaban en mostrarles sus respetos a la que fue campeona de todo. Los jugadores de la selección española no solo perdieron la magia en el fútbol, sino que también se dejaron por el camino de vuelta a España el poco crédito que tenían. Ya da igual que solo hayamos marcado un gol y de penalti injusto mientras tuvimos posibilidades en el mundial, que la actitud de prepotencia reinase en todos y cada uno de los jugadores. Ya solo importa que los que fueron ídolos de un país han dejado tras de sí un reguero de desilusión y rabia entre todos los que fueron a Barajas a darles aliento. Ya solo queda esperar que para la próxima cita europea o internacional el equipo que vaya tenga poco que ver con este.