La decena del 8

Es inevitable. Cuando se vive se expone uno a ir cumpliendo años que se van acumulando. Se empieza con la decena del 1, luego la del 2, y así sucesivamente hasta que, sin apenas darte cuenta, alguien que te quiere te ofrece una tarta con 80 velas a las que soplar. Y esto es bueno cuando se llega a ser octogenario con una salud aceptable, buen talante y alguna ilusión con la que levantarse cada día. Yo soy uno de los que se va acercando a este decena del 8, pero antes lo ha hecho un amigo fraternal a quien quiero tela, porque lo conozco desde que yo era un chiquillo y él empezaba a ser un zagalón, que iba cargado con una canasta de pan, porque una panadería en la calle Sedeño era el negocio familiar en el que tenían que arrimar el hombro todos los hijos de Rafael, que no eran pocos. Luego, su hermano mayor, Pepe, se casó con mi prima hermana Nani, y la amistad se estrechó al punto de llegar a ser prácticamente familiar. Les hablo de Manuel Moreno Olmo, un hombre muy conocido y querido en Jaén quien, por imperativos del calendario, cumplirá mañana 80 años. Pero él sabe llevarlos bien porque ha sido siempre una persona de buen talante, amigo de la broma, de la buena tertulia y leal con sus amigos. Manolo dejó la panadería  para entrar a prestar servicios en la vieja C.N.S., de donde pasó en el año 50 a los Servicios Sindicales del Seguro de Enfermedad. Finalmente, tras la reforma de la Administración, pasó al Instituto Nacional de Empleo, donde llegué yo años después para terminar mi vida profesional en el edificio de Tejidos Gangas. Manolo fue mi jefe aunque siempre estuvo presente, al margen del buen cumplimiento del trabajo, la amistad. Allí nos jubilamos los dos, cada uno a su tiempo. Pero, de vez en cuando, quedamos citados para tomar una cerveza aunque sea sin alcohol  en el Miami. Ahora me cuesta más coincidir con él, porque desde hace muy poquitos años, Manolo es abuelo, y su nieto, Hugo, fruto de su único hijo Manuel María y su esposa Laura, reside en Madrid, y a mi amigo le cuesta menos trabajo coger de la mano a Concha, su mujer, e ir a la capital a dar un beso a su nieto que subir a los Jardinillos para verme a mí. Y lo entiendo. Como entiendo que sueñe con que el pequeño Hugo venga a Jaén para ayudarle a soplar las velas.

Chascarrillo

¡Cómo están las cámaras!
—Los empresarios del polígono se quejan de que las cámaras de vigilancia no graban. —Vaya, para que digan que es la Cámara de Comercio la única que no funciona.

    23 mar 2014 / 23:00 H.