La cumbre del clima otra oportunidad para concienciarnos
De forma lenta, pero constante, el mensaje para poner freno a las causas que aceleran el cambio climático cala en la sociedad. Es un convencimiento lento y gradual que comenzó hace décadas, avalado por la investigación de expertos en el clima y estudiosos sobre diferentes aspectos de la Naturaleza.
El paisaje que describían esos “agoreros” está cada vez más próximo y datos sobre el deshielo y sus consecuencias o la subida de temperaturas con sus efectos inmediatos están ya encima de la mesa. La Cumbre del Clima de Copenhague es un paso más de gran parte de los países del mundo para intentar llegar a una posición conjunta sobre un asunto que requiere de acciones comunes e inmediatas. Las cumbres precedentes sirvieron para preparar caminos, señalar a los no implicados (Estados Unidos y China) e intentar buscar políticas que en la práctica limitaran la contaminación por CO2. La reconversión industrial vivida en buena parte de Europa justifica un porcentaje de la reducción que tanto en el continente como en nuestro propio país se ha hecho de los gases invernadero. La escasa rentabilidad de industrias muy contaminantes es la que ha propiciado una reducción notable y no el convencimiento o las directrices dadas al respecto. En este sentido, la rentabilidad de estas mismas industrias en China es uno de los frenos que ponen las autoridades asiáticas. Pero aunque las más contaminantes tengan que mover ficha, no es menos cierto que el compromiso del resto es más formal que activo. En este sentido, y España no es una excepción, se requiere que los gobiernos legislen para que las energías renovables entren en la vida cotidiana y, en la mayoría de los casos, este esfuerzo tendrá un coste también para el ciudadano. Y este es un punto importante porque cada ciudadano en las decisiones que adopta en el día a día tiene también mucho que decir.