La cultura de la taberna

Miguel Atienza Chicharro, desde Jaén.- En una hermosa noche del 10 de agosto, día de san Lorenzo mártir y después de mi jornada laboral llego a casa, me aseo, arreglo, me predispongo a dar un paseo por las calles de Jaén.

    05 dic 2011 / 10:16 H.

    Ciudad pequeña y a la vez hermosa, camino por sus callejas angostas, hago un alto en el camino, entro en una taberna con un buen nombre denominada “Tasca los Amigos” y esta tiene argumento por el recibimiento. Me ponen una copa de vino, sangre de la tierra y comenzamos una conversación, un diálogo y abrimos nuestros principales sentidos. Este es el medio por el cual nadie es imprescindible pero todos necesarios, necesitamos los unos de los otros.
    Claro está la vida sin una copa no es la misma, pero no por la copa en sí, sino por el contexto, es decir, la compañía y una buena conversación. Cambiamos impresiones, hablamos del arte, arquitectura, pintura, de los poetas y los románticos; en definitiva de temas trascendentales, es decir instructivos. Es un deleite y no de otro tipo de conversación más banal que con frecuencia escuchamos en nuestro entorno más vulgar, con todos mis respetos. Finalizada mi estancia en la taberna de los amigos antes mencionada, me despido de estos señores amables y atentos y de una buena impresión de los mismos llevada conmigo, de que también el tabernero es culto y cultura es la taberna misma, lugar de sosiego y descanso, encuentro de caballeros y señores, amigos como bien indica su nombre, mezcla de olores y sabores llenos de encanto. Ya me marcho despidiéndome de Manolo e Isidro y los demás clientes (con los que también hablo) y lo hago con simpatía y agrado y ellos me despiden de la misma forma. ¡Oh la buena gente cuánto vale! Emprendo el camino a casa por esas calles de Jaén llenas de encanto, aún en la oscuridad de la noche alumbrándome las farolas sigo mi camino hasta casa, llego y mi lecho me aguarda, descanso y sueño con la hermosa Jaén y cuanto guarda. ¡Oh Jaén eres mágica!