La cruz de Isabel
Baltasar Colmenero Salas desde Jaén. La cruz que pende del cuello de Isabel Mateos más que una cruz es una pauta, un ritmo determinado que la compromete a vivir sin dobleces, con la verdad por delante y como un ciclón que lejos de moderarse, arrasa siempre. Se puede vivir observando lo que ocurre o bien intervenir en todo aquello que pasa a diario en casa propia o ajena: este es el caso de Isabel. Ella siempre navega contra viento y marea y no le duelen prendas a la hora de equivocarse, porque también eso lo hace de verdad.
Durante mucho tiempo, la cruz de Isabel Mateos fue soportar las críticas de propios y extraños sobre su aspecto, comportamiento y conocimientos en asuntos municipales. Estas opiniones elitistas en relación con la política, como actividad institucional, han sido compartidas tanto por progres de medio pelo, como por reconocidos militantes de la izquierda más preocupados por la imagen que por otra cosa. Los mismos que la vapulearon son los que dicen “que no, que no, que no nos representan”, sin distinguir ni saber muy bien qué piden y compartiendo en el fondo, las maneras de hacer de otros. ¿No queríais políticos de verdad?, pues ¡toma Mateos! Pues eso, que estamos hartos de políticos que hablan muy bien, pero casi nunca dicen la verdad. Día tras día, con desahuciados, desempleados, desesperados, cabreados, damnificados... en definitiva con la mayoría de ciudadanos, Isabel Mateos va de la mano, literalmente. Será porque cree en la gente y señala a los culpables, por lo que no ha sido bien recibida por muchos acomodados.
Fue extraordinario ver cómo la cruz de Isabel se movía al compás de los aspavientos de su dueña en la puerta del Juzgado, haciendo lo imposible por frenar la subasta de un piso y que María, su “propietaria” se sintiera acompañada en ese duro trance. A esa cruz se agarraron todos para seguir a una Isabel camino de la Sala con la mente más clara que nunca y sin nada que perder.
Porque esa es la cuestión: solo puede ganar aquel que no tiene nada que perder. Hoy más que antes, hacer es mucho mejor que decir, o sea que el ejemplo de esta cristiana de base, suma más que nunca y da lecciones a los que venimos de otras tradiciones.
No hay otra: o conseguimos que personas como Isabel intervengan en la plaza pública, o esto seguirá siendo lo mismo de siempre: distintos perros pero con el mismo collar. Isabel trabaja siempre en el margen de lo imposible, por eso es imprescindible allá donde esté, porque no comulga con carros y carretas, porque está dispuesta a todo, a todo, porque va en serio, porque quiere a la gente —eso es lo más difícil— y porque solo entiende un camino: el de la verdad. Como si de un martillo pilón se tratase, Isabel Mateos sigue golpeando con su cruz donde es necesario y, a modo de salvavidas, se la ofrece a otros para que no se hundan con este Sunami al que llaman crisis. Lo firma su Cirineo.