La crisis

Europa en su conjunto se encuentra en estos momentos ante la necesidad urgente de afrontar una situación delicada e inédita que ha devenido en una crisis económica generalizada que amenaza con arrasar los cimientos sobre los que se sostienen las instituciones comunitarias, la moneda común y el sueño de convivencia en igualdad entre los diferentes Estados para asegurar el desarrollo y sostenibilidad de la sociedad del bienestar.

    08 jun 2012 / 10:36 H.

    Esta nueva situación se ha venido gestando a lo largo de muchos años durante los cuales la sociedad europea ha estado viviendo como la cigarra de la fábula por encima de sus posibilidades reales, consumiendo mucho más de lo que es capaz de producir, sin pararse a pensar que los recursos de que se dispone hay que administrarlos con prudencia e invertirlos en fomentar la cultura del trabajo y el cumplimiento del deber como forma de vida y no la del ocio y el derecho indiscriminado a disfrutar por sistema. Después de varias generaciones disfrutando de esta arcadia feliz se ha llegado al punto límite en el que es necesario devolver aquello que hemos tomado prestado. Nuestros acreedores que no son otros que aquellas naciones que han hecho justo lo contrario, o sea como la hormiga, trabajar más y mejor, producir y ahorrar (China, India, Corea, Brasil, todos los países emergentes) han decidido que tienen derecho a disfrutar un poco del fruto legítimo de su esfuerzo y están elevando su nivel de vida y sus exigencias a participar en el banquete al que ahora Europa tendrá poco a poco que renunciar, porque la lógica de los mercados pondrá las cosas en su justo punto. Esto tan sencillo es lo que a mi parecer hay de verdad en el fondo de la angustiosa crisis en la que estamos inmersos y todos padecemos, y en el caso de España con mayor gravedad si cabe porque la economía de este país durante todos estos años de falsa abundancia se ha basado en los sectores más débiles y menos productivos, agricultura, turismo, construcción y servicios. La dimensión del problema es tal que parece exceder la capacidad de maniobra de los gobiernos que tienen la responsabilidad de tomar decisiones eficaces para abordarlo. Por otra parte no se puede esperar que vengan ayudas del exterior porque los demás países bastante tienen con intentar capear el mismo temporal que a todos nos aqueja. No cabe duda alguna de que la sociedad europea está afrontando en este inicio de siglo un reto crucial e inaplazable. Ha llegado el momento de poner todos los datos sobre la mesa, clasificar los problemas, analizarlos en profundidad, valorar las diferentes soluciones posibles que sin duda se encontrarán, y por supuesto, con mesura y firmeza tomar decisiones que lleguen hasta la raíz para regenerar esa sociedad antigua, valiosa y digna que es la vieja Europa con su cultura.
    Paco Casas es escritor