24 may 2009 / 09:49 H.
Después de infructuosas y largas temporadas en las que los anhelos de ascenso chocaban con la evidencia de una realidad que situaba al Real Jaén casi en la lucha por la permanencia, el equipo ha roto en la campaña en curso para alegría de una afición que se merecía la tensión de una liguilla de ascenso. La culminación a un trabajo bien hecho por parte de todos los estamentos del club puede coronarse con un premio en la tabla de Segunda División A. Una categoría que por la historia del club y la ciudad volvería a situar al equipo en la zona noble del fútbol español. El camino para llegar hasta este momento de ilusión colectiva no fue fácil. Con el dinero de la construcción en franca retirada, la llegada de presidentes con presuntuosos proyectos deportivos se frenó, quizá para bien, porque el batacazo tras crear falsas expectativas suele ser mayor. Sin posibilidad de rédito inmediato, el horizonte se despejó y dejó a la actual directiva en soledad para gestionar la ruina a plazos que supone un club en categorías como esta. En la provincia, sin grandes empresas que quieran vender su imagen y apoyar al club de la tierra, ya sea este de fútbol o cualquier otra disciplina deportiva, la búsqueda de recursos es muy limitada. Quizás, en el caso del Real Jaén, y con la posibilidad cercana esta vez de un ascenso, la situación bien podría cambiar. Aunque en el mundo del deporte sirven de poco los premios de consolación, esta temporada con la Copa Federación y una trayectoria ejemplar en la Liga, la afición se ha vuelto a enganchar a un equipo que requiere a su afición para que hoy, a partir de la siete de la tarde, La Victoria luzca un lleno espectacular e intimidante para el equipo visitante. El buen resultado logrado ante el Leganés, en Madrid, y, sobre todo el juego desplegado justifican que esta ciudad esté volcada con su equipo. El sueño del ascenso es posible y la afición debe contribuir a tejerlo.