La ciudad fracasada

Leonardo Aguilar Sánchez desde Jaén. Según la Real Academia Española, el fracaso es la frustración de un proyecto o pretensión. Creo que no exagero si definimos a Jaén como una ciudad fracasada en todos sus ámbitos. Muchos me dirán con soma que eso no es nada nuevo y que ellos siempre lo pensaron. Yo también lo pensé durante la mayor parte de mi vida, pero cuando hace unos años volví a Jaén, observé algunos indicios que animaban a pensar que las cosas estaban cambiando.

    29 jul 2011 / 16:01 H.

     Evidentemente fue un espejismo, en el que influyeron probablemente mis ganas de ver el cambio. La Universidad se afianzaba con más de 16.000 estudiantes. Los alumnos Erasmus que llegaban cada año se acercaban a los 500. La actividad cultural aumentó significativamente y no era raro coincidir con algún concierto en las plazas Deán Mazas, Pósito, etcétera. El teatro recién inaugurado, traía a precios mucho más económicos que en otras grandes ciudades, espectáculos de buena calidad. Pudimos ver a Iván Ferreiro, Jorge Drexier, Ana Belén o buenos musicales. En lo que respecta al transporte urbano, se comenzó a elaborar un estudio de movilidad que incluía planes de peatonalización del centro, cambios en todas las líneas de autobuses, construcción de carriles bici, disminución de las frecuencias y construcción de un tranvía de casi 5 kilómetros de recorrido. No quiero dar la impresión de que pienso que con estos cambios el Gobierno de la señora Peñalver lo hiciese muy bien. No. Lo que ocurre es que la ciudad estaba tan mal, que no era difícil mejorar. Se hicieron cosas bastante mal. Solo hay que ver fea plaza de Coca de la Piñera, la “fantástica” idea de hacer un parque acuático que nadie demandaba con gran parte del dinero de los fondos E o la tardanza en implantar los cambios de ese plan de movilidad (tanto tardaron que se les acabó la legislatura sin aplicarlos). Y qué decir del hecho de tener cerrado otros 3 años) las instalaciones deportivas del Arche por simple oposición política al anterior Gobierno. De hecho, la  anterior alcaldesa demostró que le importaban un pimiento los ciudadanos. Solo importaban las fotos con las asociaciones de vecinos y los posibles votos y así le fue. Ni ciudadanos ni votos. Para colmo, José Luis Cano, sin duda el más válido y honesto de entre todos los políticos de esta ciudad, dejó la política por presiones y oposición desde dentro de su propio partido. Si la situación era mala hace unos años, lo que se avecina, es como un tsunami de retroceso que parece acabará con cualquier atisbo de progreso. ¿Cómo podríamos definir una ciudad en la que suceden cosas como las que aquí suceden? ¿Qué podemos esperar de una ciudad en la que se instaló una escalera mecánica para salvar unas escaleras empinadas (Calle Nueva) y la activaron solo para el sentido “descendente” a petición de los comerciantes de la calle? Una ciudad en la que cuando vas en el coche y se abre un semáforo, se está cerrando el siguiente a 200 metros (un ejemplo es el del Gran Eje). Una ciudad en la que la basura es una seña de identidad (título de ciudad más sucia de España donde no se puede ni meter un plástico o papel en el contenedor de reciclaje, porque siempre está lleno; una ciudad en la que el transporte urbano es vergonzoso con frecuencias de hasta 1 hora, autobuses en los que no se pone el aire acondicionado, sin información en las paradas, sin posibilidad de transbordo. Una ciudad en la que son capaces de montarse en el tranvía 90.000 viajeros en dos semanas, y cuando lo paran, nadie protesta ni dice nada. Una ciudad acomplejada de ciudadanos acomplejados que repiten sin pensar las mismas estupideces que escupen los políticos de tercera división que la gobiernan, como que Jaén no es ciudad para un tranvía. Que se va andando a todos sitios. Que se lo digan a los que suban de la Universidad o del Hospital Princesa al centro. Como si no hubiese ciudades europeas mucho más pequeñas donde hay tranvía. Quizás ese sea el problema, que la mayoría de la gente no ha viajado nunca. Por eso ven como normal todo lo anormal que ocurre en esta ciudad. Si no fuese porque Jaén no existe fuera de ella misma, sería el hazmerreír de España. No vale ni para eso. No sé si han visto el estado del césped del trazado del tranvía. Un gran vertedero alargado, pues el Ayuntamiento se desentendió de su limpieza al entender que ellos no querían el tranvía. Hace semanas todos los semáforos del cruce de Ruiz Jiménez con el Paseo de la Estación estuvieron apagados desde el sábado hasta el miércoles por el mismo motivo. Se averiaron y el Ayuntamiento argumentó que era responsabilidad de la Junta. Uno de los cruces más complejos de la ciudad, 5 días mañana, tarde y noche sin regulación semafórica. ¿Cómo permitimos que alguien así de irresponsable nos gobierne? ¿Nadie piensa hacer nada? Por supuesto que no. La gente (que por cierto votó masivamente a un partido cuyo programa electoral se basaba en, parar el tranvía ya construido y reabrir el tráfico al centro) pasea viendo la suciedad y el caos y es feliz. ¡Incluso puede uno escuchar lo bien que se vive en Jaén! Resulta cómico. Es la indolencia del sumiso ignorante ¿Es posible que haya jiennenses que puedan alegrarse de ver el tranvía parado? Es muy triste pero les aseguro que la hay y mucha. No hay más que ver los foros de internet o salir a la calle. Jaén, siempre marginada por todas las administraciones, ha demostrado con la primera gran inversión que llega en años, que tiene lo que se merece. Porque aquí predominan las personas de mentalidad caciquil y provinciana, que desean que nada cambie. Por dónde empezar cuando en una ciudad no funciona absolutamente nada y a nadie parece importarle. No funciona el transporte urbano, ni los semáforos, ni el tráfico, ni el reciclaje, ni la limpieza ni el sentido común. Para concluir, solo decir que siento profunda vergüenza de vivir en esta ciudad fracasada. A todos aquellos que se marcharon como yo pero que no volvieron, animarles a seguir allá donde estén. Ahora sí, estoy completamente convencido de que Jaén jamás será una ciudad digna, porque al fin y al cabo, la dignidad de una ciudad depende de la del conjunto de sus habitantes.