La ciencia como método
Cuando Darío Autiero, uno de los investigadores a cargo del laboratorio subterráneo del Gran Sasso en Italia, resumió los datos de tres años de investigación el pasado día 24 de septiembre en el Laboratorio europeo de Física de Partículas (CERN), los científicos asistentes contuvieron el aliento, uno de los pilares de la ciencia física podía estar derrumbándose.
Los investigadores dispararon neutrinos desde Ginebra y observaron su llegada al Gran Sasso tras un sprint de 730 kilómetros bajo tierra. Los resultados mostraban obstinados lo imposible: más de 15.000 neutrinos habían batido a la luz por 60 milmillonésimas de segundo. el neutrino es una partícula elemental mil millones de veces más pequeña que un átomo de hidrógeno y no parece que la marca con la que ha conseguido batir a la velocidad de la luz sea demasiado espectacular, de hecho se han necesitado relojes atómicos para poder medir tan exigua diferencia, y es que la importancia no reside en la diferencia sino en el hecho de que se produzca. La teoría de la relatividad de Einstein dijo que nada en la naturaleza puede viajar más rápido que la luz, este es uno de los fundamentos que sostiene la teoría que revolucionó los cimientos de la física a principios del siglo XX. Científicos de la altura de Stephen Hawkins o el propio Rolf Heuer, director general del CERN, están pidiendo prudencia y apuntan la posibilidad de que se deba a efectos de la experimentación. Otros como Söldner-Rembold señalan la opción de que los neutrinos pudieran viajar por zonas espacio temporales diferentes a las ordinarias y por lo tanto pudieran viajar al pasado. Sea como sea, la importancia, desde mi punto de vista, es la propia ciencia que constantemente se encuentra a examen a causa de su interminable vocación de revisar y cuestionar. En un mundo donde la religión o la filosofía han perdido la capacidad de satisfacer las inquietudes de un ser humano cada vez más consciente de la naturaleza que le rodea, la ciencia se erige como el bastión más sólido donde el Homo sapiens sigue encontrando respuestas. Más allá de dogmatismos vacíos el método científico exige que la explicación de lo que observamos tenga una continua comprobación experimental. Ahora parece que puede cuestionarse uno de los mayores logros científicos de todos los tiempos, pero esto lejos de afectar al método científico lo engrandece, porque nos habla de su inagotable inconformismo y obstinada búsqueda de la verdad. De hecho el propio Einstein no tuvo problemas en contradecir a su héroe, un tal Sir Isaac Newton que también había revolucionado la ciencia dos siglos antes. En un tiempo donde la ética está en crisis la honestidad, imaginación y trabajo que definen al verdadero científico parecen ser de los pocos faros donde mirar con la certeza de no sentirse engañado.
Javier Morallón es profesor de Biología