La breve pero intensa estancia de Miguel Hernández en Jaén
La fecha de ayer fue realmente significativa como efeméride. Se cumplían los primeros tres cuartos de siglos del final de la Guerra Cívil. Uno de los más grandes poetas del siglo XX, como fue Miguel Hernández, tuvo un importante papel en este conflicto bélico y, además, pasó un intervalo temporal de estos calamitosos tres años en la provincia de Jaén, donde mantuvo un rol destacado. Precisamente, el de Orihuela dejó huerfano al mundo de las letras un 28 de marzo de 1942.

Con motivo del 72 aniversario de su fallecimiento, la Diputación puso en marcha una iniciativa para transmitir más aún su legado en la provincia, la edición de su libro “Breve Antología Poética” y una bien documentada web. Esto se une a numerosos y destacados trabajos de estudiosos de la figura de Hernández en la provincia, como los trabajos de Dámaso Chicharro o José Luis Buendía, los del poeta y filólogo Juan Manuel Molina Damiani, o el excelente ensayo “Ruiseñor de fusiles y desdichas”, del ya fallecido Manuel Úrbano Pérez Ortega.
La vinculación del oriolano a la provincia es doble. Además de su papel decisivo en la contienda, Josefina Manresa, su mujer, había nacido en Quesada, aunque él la conoció en su pueblo natal.
Hernández llega a Jaén en marzo de 1937. Hay que contextualizar ese año para comprender la relevancia de su llegada. “Llega en un año delicado. El 37 es extraordinariamente convulso. Jaén es un punto de referencia para los dos bandos”, asegura Molina Damiani. Explica que el Ejército sublevado pretende tomar el santuario de Andújar como más que posible cabeza de puente para atacar Jaén desde el sur, a través de Sierra Morena. Además, en este año se culminan las batallas de Lopera y Porcuna, y Jaén se vuelve una plaza apetitosa para el ejército de Queipo de Llano, que quiere conquistar la producción del aceite, por motivos económicos. Para el bando republicano, al que ya estaba adherido Hernández, Jaén también era una plaza decisiva, lo que demuestra el hecho de que PSOE y PC —los dos principales partidos—, encaminaran un proceso de unificación en los municipios de Andújar y Mengíbar.
Por su condición de responsable de información del Gobierno, el alicantino es destinado a Jaén para dirigir el periódico Altavoz del Frente Sur: “Fue una presencia breve pero intensa en la provincia. Se implicó mucho como todos los intelectuales”, añade Molina Damiani. Hernández llega recién casado, y asiste uno de los más tristes episodios de la historia de la capital del Santo Reino, el bombardeo de Jaén —del que tan bien ha escrito Juan Cuevas Mata—, del que ayer se cumplieron 77 años. Hernández escribiría dos artículos en “Frente Sur” sobre el bombardeo, que causaría 159 bajas.
Hernández y Manresa nunca pudieron visitar Quesada conjuntamente, un ilusión pretérita de estos dos amantes que tantos escollos padecerían en su vida, como la muerte de su primer hijo Manuel Ramón.
A primeros de mayo, el Ejército republicano toma el Santuario de la Virgen de la Cabeza. Aquí concluye su misión en Jaén, por lo que su marcha se prevé inminente. Y como escribe Urbano Pérez: “No hay constancia de que Hernández fuese alcanzado por el enemigo”. El 12 de mayo, al parecer, abandona Jaén. Tras esto, su vida sería todo lo difícil que se puede imaginar. Acabaría falleciendo el 12 de mayo de 1942, tras haber sido encarcelado, vejado y ninguneado. En la historia queda su estancia en Jaén y poemas inolvidables. “Sonreír con la alegre tristeza del olivo/esperar, no cansarse de esperar la alegría./Sonriamos, doremos la luz de cada día/en esta alegre y triste vanidad de ser vivos”.