La Bolsa o la vida

A primera vista, el lenguaje utilizado en las noticias de la Bolsa choca frontalmente con el discurso en el que está instalada la vida de un ciudadano normal, que tiene sus lagunas en las estrategias de descodificación de mensajes no relacionados con los problemas de la cotidianidad -familia, sexo, cotilleo, jefe, fútbol, coche, celulitis, ansiedad, paro, etcétera, regla de la niña, libros, fracaso-.

    14 sep 2011 / 15:08 H.

     Los vacíos de comprensión están ligados al tiempo que hay que invertir para resolver todo lo mencionado y, sobre todo, para disfrutar el máximo posible, de tal manera que no nos queda tiempo para descifrar el embrollo, y antes de que ello nos suma en un complejo de torpeza, decidimos ignorarlo. En realidad, todos los factores que conforman nuestra vida están contenidos en la Bolsa. Nosotros sentimos que entendemos cosas sueltas, pero no el conjunto. De hecho, cuando Gloria Prado recita los recortes en el IBEX 35, la falta de rumbo, los bandazos de la sesión, las pérdidas, el pánico, la remontada de posiciones desde el farolillo rojo, los rumores, el ánimo, la relajación de la prima española de riesgo y los bonos, y otra vez el desplome, el pánico, el martes negro y etcétera, algo nos resulta familiar, pero no conseguimos un sentido completo, así que lo rechazamos; aunque intuimos que nuestra vida es un producto con el que está traficando el mercado, que nuestros deseos han sido convertidos en necesidades y que estas no deben ser totalmente satisfechas para que el negocio siga creciendo. Todos los elementos referentes a nuestro trabajo: casa, familia, teléfono, electricidad, Internet, alimentación, vestuario, ocio, coche, seguros, por ejemplo, están incluidos en términos como IBEX, entre otros, que es un grupo de empresas que utiliza su fuerza para fagocitar el mercado mediante la especulación o juego sucio y sueña con coyunturas tan propicias como una guerra, la reconstrucción de un país tras la guerra (o sea, la sangría eterna a la que lo van a someter), o la incorporación de países de segunda categoría al ordeño de la democracia liberal. A mayor habilidad especulativa, mayor confianza para los inversores, que son gente como usted o como yo, como nos han demostrado los diputados en su desnudo fiscal. Los bancos, por su parte, como están entrampados y no sueltan un céntimo porque no se fían ni de Dios, se dedican a un negocio más seguro: piden dinero al BCE al 1% y compran deuda a los países al 4%, 5% o 6%. Jugada en la que también está envuelta nuestra vida, porque España debe 3 billones de euros, que son nuestras propias deudas más las de las instituciones de las que estamos presos. Concluyendo: ¿usted qué prefiere, la Bolsa o la vida?

    Guillermo Fernández Rojano es escritor