La bodega y el preso
Unos 30.000 presos de las cárceles californianas van a ser liberados de sus condenas por problemas presupuestarios. Es tal la penuria de las cuentas públicas del Estado de California, que se han visto obligados a tan polémica decisión tras una resolución del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Éste le ordena acabar inmediatamente con la sobrepoblación carcelaria y la deficiente atención médica de los presos, estableciendo que la actual cifra de 145.000 clientes involuntarios, en unas instalaciones pensadas para unos 80.000, se reduzca obligatoriamente a un máximo de 110.000 presos.
El magistrado A. Kennedy, que ha participado en el auto judicial, ha afirmado que las cárceles californianas han violado gravemente la Constitución, desatendiendo las necesidades más básicas de estos individuos privados de la libertad. El juez A. Kennedy cita como ejemplo una cárcel donde más de 200 presos viven hacinados en un gimnasio, escasamente vigilado por 2 0 3 guardias, o esa otra en la que 54 presos comparten una sola letrina. No obstante, esta sentencia ha sido bastante controvertida, siendo el resultado de una ajustada votación de 5 votos contra 4. El famoso y habitualmente polémico juez Anthony Scalia discrepaba de esta interpretación constitucional, argumentando que era difícilmente justificable una inadecuada atención sanitaria en tipos que han desarrollado “músculos intimidatorios gracias al levantamiento de pesas en el gimnasio de la prisión”. Algunos medios de comunicación han informado de que antes de la crisis presupuestaria californiana los gastos públicos en educación eran tres veces superiores a los destinados al sistema penitenciario, mientras que ahora, debido a los más recientes recortes, el gasto en prisiones ha crecido un 11 por ciento frente a un 7,5 en educación. Por otra parte, un comité de voluntarios presidido por Sir Davis Wright, un conocido banquero de la city londinense, ha aceptado la encomienda del gobierno británico de vender unas 10.000 botellas de vino Château Latour. Cerca del palacio de St. James, en un vigilado sótano, se han ido acumulando los últimos 100 años unos 40.000 caldos exquisitos. La idea es ingresar una importante cantidad extraordinaria de dinero en las arcas públicas y obligar a consumir, en el futuro, marcas cuyo coste no superen los 5 euros por unidad. Vivimos tiempos cuya palabra mágica parece ser “recorte”, en salarios, beneficios, empleo, impuestos, prestaciones, subvenciones, inversiones y expectativas. Pero entre echar presos a la calle y renunciar a pequeños privilegios creo que existe un profundo abismo. A pesar de tanto fanático del dolor, como los llama Paul Krugman, que los tiempos actuales parecen jalear, creo preferible inundar el mercado de viejas botellas de un sofisticado burdeos, a tener que hablar de problemas de seguridad personal por no pagar impuestos. Tan malo puede ser el exceso en el gasto público, como una sobreexcitada pasión por una cirugía que gusta de amputar a costa de curar.
Gonzálo Suárez es abogado