La barbarie estremece a los hombres ymujeres de buen corazón

España entera está compungida de nuevo, llena de rabia e indignación por la muerte de un hombre, Ignacio Uría, trabajador durante toda su vida, que a los 70 años ha visto cómo dos asesinos se acercaban y le daban dos tiros en la cabeza cuando iba a comer con los amigos a un restaurante cercano a su casa. Su delito para la barbarie terrorista, tener una empresa que participaba en la construcción del tren de alta velocidad vasco, en el punto de mira de los desalmados y su cuadrilla de jaleadores, que no quieren que se haga pese a ser una infraestructura vital para el desarrollo económico, social y cultural del País Vasco. Ante quienes sólo usan la razón de la fuerza solamente cabe la repulsa ferviente de toda la sociedad, que una vez más ha de proclamar su fe en la convivencia pacífica ante hechos como el vivido ayer. Una y mil veces debemos mostrarnos contrarios a quienes usan la violencia como arma política y no debemos desanimarnos nunca de ese valor que tiene nuestra repulsa, por respeto primero a los asesinados, a sus familias y también porque quienes atentan contra ellos y matan deben saber que tienen enfrente a toda España y que sus crímenes no quedarán impunes, que les hacemos cara en días como hoy y que nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del estado los pondrán más temprano que tarde delante de la Justicia para que reciban el castigo que se merecen. Hay quienes consideran que los medios de comunicación hacemos excesivo caso a los terroristas, que nunca una organización terrorista debería “marcar” la agenda política de un país y que ese impacto que consiguen les da alas como organización criminal, pero tampoco es menos cierto que desde el conocimiento exhaustivo de la realidad es como todos podemos dar la mayor y más comprometida respuesta como hombres y mujeres de buen corazón que ahora estamos estremecidos de nuevo por un atentado terrorista.

    03 dic 2008 / 23:00 H.